jueves, 12 de diciembre de 2013

Con Parot, la justicia no la hará Don Corleone

En primer lugar, me gustaría pedir disculpas por el pequeño período de inactividad de este blog. Las pequeñas crisis de inspiración unidas a demasiado trabajo nunca tienen una buena consecuencia. Espero que este nuevo punto de partida me lleve a estar tan a gusto con lo que escribo aquí como siempre. Arranco con un tema poco apropiado si lo que busco es algo “facilito”. Se trata de la famosa “doctrina Parot” de la que tanto se ha hablado en los medios de comunicación así como en la calle, en las últimas semanas.

Una interlocutora muy válida me hablaba entusiasmada del conflicto afirmando que “es un debate que no tiene solución, hagas lo que hagas va a salir mal”. Es posible que a pesar de ser una visión un tanto pesimista, no le faltase razón. Principalmente, creo que hacer un análisis, al menos puramente técnico, sin grandes conocimientos, es un atrevimiento muy propio de este país. ¿Cuántas personas se habrán atrevido a abrir la boca sin tener ni idea de leyes o política? Tengo la opinión de que la prudencia es un grado y que a muchos les cuesta pensar dos veces antes de hacer un juicio de valor.

Yo le he dado vueltas y vueltas y el callejón es bastante oscuro y estrecho, encontrar una salida válida es costoso. Parece que se nos plantean dos alternativas. Y las dos suenan iguales de radicales. Una consistía en que este tipo de presos cumplan condenas inhumanas (así lo ve Europa) en las que parece que los malos tratos son constantes y la reinserción está de lado. La otra, que es finalmente por la que se ha optado, es la de que los presos no sean condenados de forma retroactiva y salgan en libertad. ¿Ahora entienden  por qué todo iba a salir mal?

No daré más rodeos: Si me ponen una pistola en la frente, me quedo con la segunda. Les suelto. Y no voy a ser hipócrita: claro que no me gustaría verles ni en pintura, ni que estuviesen en mi día a día, ni que mis posibles hijos se los cruzasen por la calle. Pero hay una cosa de la que el resto parece que no se ha dado cuenta, y se trata de que esta visión es puramente individualista y egoísta. No es propia de un Estado, que, recordamos, ha de tomar decisiones globales o para una sociedad en conjunto. 


Siempre he defendido que un país democrático debe dar ejemplo. Y creo que cuando se nos llena la boca de democracia, debe estar justificado. Pienso que ser demócrata tiene eso que en la religión se llama “poner la otra mejilla”. Aunque algunos no lo lleguen a entender, esto permite ponerse a uno, en este caso al Estado, en un peldaño superior. Con injusticia, represión o guerra sucia al final la democracia se convierte justo en lo que lucha por destruir.

Algunos se preguntarán… ¿Y dónde queda la Justicia aquí? Comenzaré diciendo, por si no ha quedado claro aún, que lo ideal sería que estos criminales estuviesen entre rejas. Además, inevitablemente con este caso se me viene una escena de El Padrino a la cabeza. Es nada menos que la primera. El funerario “Bonasera” acude a Don Vito para pedirle justicia con los que han maltratado y se han aprovechado de su hija. Para él, justicia es que la mafia asesine a estos chicos. El personaje interpretado por Marlon Brando le responde: “Eso no es justicia, tu hija está viva”.

Lo que el funerario buscaba, evidentemente, no era justicia, si no una vil venganza. Es perfectamente comprensible que un afectado por ETA busque venganza, es más, que quiera que el Estado le ponga en bandeja al terrorista para que él mismo lo estrangule. Sin embargo, esto jamás será justicia. Lo que nos es aceptable es que un colectivo imponga a un Gobierno las decisiones que ha de tomar de cara a millones de habitantes. Es obligación de todo el país apoyar y consolar a las víctimas, pero no darles el timón del barco, principalmente porque debido a lo afectados que pueden llegar a estar, nunca podrán razonar adecuadamente.

¿Si estoy en lo cierto? La verdad es que ni yo mismo lo sé, no me avergüenza decir que digo todo esto con más dudas que certezas, porque creo que dudar es de sabios, y más si se trata de un tema tan complejo y tan opaco. Veo que hay muchas cosas por mejorar en lo referente al código penal, a lo que son las cárceles hoy en día y a la justicia en general. Y sobre todo, no hay que olvidar que el caso del terrorismo vasco es diferente a cualquier otro. Muchos nunca lo entenderemos del todo bien, porque la única forma es salir cada día a la calle en cualquier territorio vasco. Pero si se busca una reconciliación de los pueblos, una nueva forma de vida y en fin, un perdón (como el que dio el ya fallecido Mandela) solo es posible por la vía que se está tomando. Por dura que sea.