jueves, 18 de septiembre de 2014

Boyhood: Saltando entre minas con una sonrisa


       Casualmente, las películas que algunos califican como que "no van de nada", suelen ser las que van de más cosas. Al menos, son en las que se tocan los temas más profundos (huyendo de la acepción cursi del término). "Boyhood" es un película que no va de nada, sino que va de todo. Huye del pack "planteamiento, desarrollo o desenlace", para situarse en un plano más teatral. El director, Richard Linklater, coloca a los espectadores detrás de una gran mirilla, en este caso la pantalla de cine, y les deja ver tan solo un fragmento de la vida de una familia. En este caso, el inicio y el final no tienen la relevancia de otras proyecciones;  podrían haber sido otros, ya que aunque juntos cierran un círculo, ese círculo podría haber sido compuesto de otra forma.

       La parte curiosa, y que tanta fama a dado al filme, es que ha sido rodada durante doce años. Sin duda, actúa y actuará como elemento comercial que atraerá a muchos y les hará ir al cine (mi caso, sin ir más lejos). Sin embargo, cuando la película coge forma no es este poco habitual dato lo que la hace grande. O sí, es cierto que ayuda, pero tan solo es un factor positivo en lo que para mí es la gran virtud del proyecto: La verosimilitud. O credibilidad, me da igual como llamarlo. 

       Lo que para mí hace de Boyhood una de las alegrías cinéfilas del año es que consigue ese objetivo tan costoso para los que se plantean hacer películas: Es muy verdadera, sin tapujos, te atrapa y te lo crees.  Además, te emociona y te hace sentirte identificado. Puedes haber vivido una vida parecida o no a la de los protagonistas, poco importa. Otro éxito, que el espectador se vea reflejado. Y si no es un reflejo en primera persona, será en tercera, pero sabes que de que lo que se habla es una realidad tan grande como la vida misma. Y, a la vez, tan pequeña, ya que cabe en esa misma sala, en cualquiera de los espectadores.

     Querría hacer una mención especial al protagonista. Mason (Ellar Coltrane), logra encarnar con sensibilidad el crecimiento, la madurez, el descubrimiento de la vida adulta, los desengaños amorosos, los vaivenes de la vida familiar, el sufrimiento por la separación de los padres y el miedo ante el porvenir. No me querría olvidar del padre del protagonista. El actor, Ethan Hawke, consigue alcanzar una dosis altísima de credibilidad. Además, mi percepción fue que su presencia en pantalla suponía un soplo de aire fresco en la narración, es decir, ponía cómodos tanto a los espectadores como a los personajes.

       El mensaje de la película es que, más que aprovechar el momento, el momento se aprovecha de ti. A partir de esa premisa, los humanos nos volvemos supervivientes. Huímos del terror, del miedo, de la infelicidad; y nos toca hacerlo en un terreno lleno de minas, en el que es casi imposible no pisar ninguna. Pero, a pesar de que somos conscientes de que no llegaremos al otro lado del campo minado, seguimos saltando entre explosiones, y todavía intentamos tener una sonrisa entre salto y salto.

viernes, 1 de agosto de 2014

Cien años de soledad, una prótesis humana hecha de papel



       Cien años de soledad es la novela que más se parece al ser humano. Toca da uno de los enigmas y puntos oscuros que rodean a la condición humana. Es posible que otras novelas presenten mayor claridad al expresar algunos de estos enclaves. Sin embargo, se ven favorecidas al no perseguir el objetivo de esta obra: Destripar al ser humano y dejarle desnudo frente al destino y al porvenir. Una prótesis, o extensión de la persona hecha de papel surge del fallecido Gabriel García Márquez, que deja una de las grandes obras maestres de la humanidad.
       Cuando uno se enfrenta a hablar de una obra tan leída y de la que se ha escrito tanto, corre el peligro de repetirse o contar algo en boca de otros. Son de sobra conocidos los temas principales de la novela: la soledad, el incesto, el destino y, añadiría yo, la realidad histórica. El poso que deja el libro es verdaderamente complicado de afrontar, si lo que uno busca es poner palabras que describan. Se trata de algo parecido a hacer un análisis sobre la Biblia, con todos los respetos. Sin embargo, hay ciertas premisas que para mí son claves a la hora de comprender el texto.
          La soledad intelectual: Desde el comienzo de la novela, he tenido la sensación de que cualquiera que se saliera del guion establecido lo tendría complicado para sobrevivir. Se puede ver con José Arcadio Buendía, patriarca y fundador de Macondo. El mensaje que se lanza es muy claro: Aquel que intente alcanzar un nivel superior de conocimientos, aquel que busque explicaciones más allá de las creencias exóticas, aquel que se interese por la ciencia y la investigación, está condenado a la más cruel soledad, tanto intelectual como física. Es muy significativo que este personaje acabe atado a un árbol hasta que muere. Esta tendencia se repite en la novela con otros descendientes: Se crea alrededor de Melquíades, gitano y exportador de conocimientos, una soledad bestial. Es más, no sólo es la casa el enclave de soledad; dentro de la propia casa, los descendientes que se interesan por la herencia de Melquíades se ven en una burbuja de soledad inquebrantable. El cuarto cerrado con candado. El candado al cerebro, a la inteligencia. Toda una metáfora de una realidad histórica.
          La soledad amorosa: Los Buendía están solos porque no saben amar. Son parte de esa gente que todos vemos a nuestro alrededor que no solo no cree en el amor, sino que busca reducir a la mínima expresión cualquier signo de cariño por parte de los demás. En varias generaciones no encontramos una sola unión que sea por pasión. Casi toda la descendencia es generada por adulterios y prostitución. El mensaje es que la pasión se encuentra fuera de la vivienda, mientras que dentro todos sus habitantes se sienten solos y maniatados. 

          El incesto como expresión cultural: Una familia que no vive como familia, que las estructuras sociales no establecen igualdad, sino superioridad y visiones complejas entre miembros. Así nace el incesto. Tías y sobrinos que nunca llegan a verse como tal, porque la sociedad, nadie en su familia, les explica el rol que cada uno debe tener. En cambio, el oscurantismo y los prejuicios ejercen de lanzadera entre seres que solo tienen una visión sexual o de dominación hacia el otro. El instinto animal nace cuando la cultura se ve en su mínima expresión. Se produce un pequeño “Gran Hermano”: un estudio sociológico, en el que dos familiares que no saben que lo son se ven obligados a convivir. No tarda en aparecer el deseo carnal,  ya que nadie les ha explicado la función que el uno debe tener para el otro.
          Trato masculino y femenino: Desde el principio me sorprendió el hecho de repetir nombres masculinos generacionalmente. Aunque algunos nombres de mujer también se repiten, no se produce tan descaradamente como con los varones. Mi conclusión es que García Márquez busca homogeneizar a los hombres y darles un trato más relevante a las mujeres. “Todos los hombres sois iguales” pero dicho de forma más inteligente. No es que sean iguales, es que el rol que unos imprimen en otros no dista en absoluto. Son seres simples y repetidos por convenciones sociales. Son unos falsos patriarcas, ya que la sociedad es realmente matriarcal. La prueba: Tanto Úrsula como Pilar Ternera viven entre 120 y 150 años. Y en cuento Úrsula muere, comienza la decadencia de Macondo y de la propia casa, aboca al desastre sin alguien con verdadera personalidad y fortaleza interior.
          Un poco de Historia, falta de ideas: Es muy significativo como los liberales, es decir, los llamados a impregnar de ideas nuevas y cambios, están liderados por uno de los personajes más cerrados de la novela. Sin capacidad para amar ni con dotes intelectuales, crea una revolución con el único pretexto de llevar una vida que no tiene el valor de vivir de forma cotidiana. Lo hace por orgullo y por supervivencia. La corrupción y la dictadura encubierta también tienen su espacio, como metáfora de una revolución hecha con las armas antes que con el pensamiento.
         El destino: Cien años de soledad es una novela muy o nada recomendable, según se mire, para los que creen en el destino. Se trata de una rueda que conforme se mueve repite una y otra vez la misma historia hasta que, como dicen en la propia obra, pierde engranaje, se para y no vuelve a rodar más. Los descendientes se ven obligados a repetir la historia de sus ancestros, en este caso de forma exagerada, ya que incluso comparten sus nombres. Es desconsolador el mensaje: Estamos atados de manos y pies, una fuerza interior y/o superior nos controla como si fuéramos marionetas. Todo se nos escapa.

domingo, 29 de junio de 2014

Todo lo que ahora es líquido

       Desde que vio luz la nueva obra de Antonio Muñoz Molina, "Todo lo que era sólido", me ha llamado especial atención todo lo que la ha rodeado. El libro suscitó un polémica medianamente sostenida entre varios intelectuales españoles. Entre ellos, Javier Marías, que se dio por aludido en el ensayo de Muñoz Molina. El escritor critica en su obra a los pensadores españoles, incapaces de prevenir la crisis y, al parecer, dispersos en asuntos de menor calibre. Además, que el autor ganará el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2013, ha puesto más si cabe en auge esta crítica reflexión personal del escritor.

       Aún a la espera de poder leer "Todo lo que era sólido", creo que no estoy alejado de saber el argumento del ensayo: La galopante pérdida de credibilidad de nuestras instituciones, la degradación de la opinión pública, la creciente debilidad de lo que hasta ahora habíamos tomado como básico e inamovible y la pérdida de confianza en los mecanismos que nos podían salvar el pellejo en situaciones límite. La obra ha adquirido bastante relevancia y puede que se convierta en un referente futuro en lo que a la explicación de esta época se refiere.

      Creo ver en Muñoz Molina un intelectual de otra época. Esto no es ni bueno ni malo, solo es así (para mí). Su condición de socialista es incuestionable, y es claramente un persona de izquierdas. En la misma moneda, pero por distinta cara, veo en su figura un antiguo socialista, es decir, muy de los ochenta, muy de Felipe González. Por tanto, muy mucho de los que ahora son considerados "casta" (no hay que olvidar que Muñoz Molina pasa más tiempo en Nueva York que en Madrid) y así, bastante denostado por un amplio público izquierdista.

      No busco hacer una instrospección en el autor, tan solo contextualizarle para así hablar de su obra, y lo que ella genera. Muñoz Molina es, también, una persona que está plenamente a favor del legado de la Transición, de sus valores, de sus logros y virtudes. Es, por tanto, un hombre de consenso, que busca en ocasiones más un interés general que el desarrollo de su propia ideología. Su obra (que insisto, todavía no he leído) recalca bastante este pefil. Este ensayo reflexiona y se pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué todo lo que durante 40 años nos ha dado la época de mayor prosperidad en España, ahora no sirve de nada?

      He de decir que esta visión tiene, desde mi punto de vista, luces y sombras. Nadie puede dudar que España no ha tenido esplendor comparable en su penosa historia como ahora mismo. Tampoco nadie puede dudar que los instrumentos que nos hemos dado en esta etapa, han fallado en bloque y hay mucho que reformar y solucionar. Ahora se abren dos vías: La reformista y la revolucionaria. Obviamente, Muñoz Molina apuesta por conservar los cimientos de la casa. Quizás, el problema radique en que los llamados a hacer esa reforma, apuestan por una revolución. Pero el problema no lo tienen ellos. Lo tienen los propietarios de la casa, que, lejos de hacer una reforma, se limitan a darle una capa de pintura, de un azulado similar al anterior. 

      Y, dado que ahora, por suerte para algunos y para desgracia de otros, ya nada es sólido, todo se transforma en líquido. Y esto tiene dos vertientes. La primera es la peligrosa, de la que ya hemos hablado por encima: el desastre, la pérdida de confianza en todo y en todos, la caída de imperios, de gigantes, de torres altas allá donde pases. Si uno empieza a andar por la Gran Vía de Madrid, no podrá dejar de ver instituciones que han caído en el descrédito.

       La otra vertiente es positiva. Algunos pensarán que demasiado, que es ilusa, que es excesivamente motivadora. Pero yo la veo real, y la veo de necesaria transmisión entre los más jóvenes. Si ahora ya nada es sólido, es que ahora todo es líquido. Y si todo es líquido, es frágil, todo es accesible, entonces. Las barreras caen, y si las esquivas, puedes atravesarlas y crear tus propios cimientos. Pongo un ejemplo. Un joven estudiante de Periodismo crece leyendo "El País". Llega un día en el que este joven deja de sentirse identificado con el diario. En ese momento, lejos de pensar que el Apocalipsis se avecina, debe darle otro enfoque al asunto. 

      El periódico que dirige Juan Luis Cebrián está arruinado, depende de los bancos, y cada día tiene menos credibilidad. Lógicamente, el joven estudiante no puede fundar un periódico acorde a lo que cree que debe ser la prensa progresista en su país. Pero tampoco debe descartar que eso un día suceda, vía papel o Internet, ese es un debate estéril, de forma y no de contenido. Debe pensar que el hecho de que todo sea alterable, o mejor dicho, haya sido alterado y desbancado por los errores propios, le otorga a él un inmenso poder. Le da el poder de cambiar las cosas, de inmiscuirse, de crear y de solucionar. Le da la opción de participar. No es optimismo, es una nueva oleada de ilusión.


viernes, 6 de junio de 2014

Enrique Ortiz, culpable principal del descenso del Hércules



EDITORIAL DE LA REDACCIÓN DEL HÉRCULES EN VAVEL. DEBIDO A QUE EL MEDIO NO HA QUERIDO PUBLICARLO, USAMOS ESTE BLOG COMO VÍA. 
Firmado: Javier Rubio, Daniel Rodríguez, Leandro Ortiz y Marcos García. 


       Hay clubes de fútbol que tienen “bicefalia”, es decir, que dos máximos representantes pelean por ser la cabeza visible que toma las decisiones. Otros, tienen incluso más personas que toman el mando. Por tanto, a la hora de pedir responsabilidades, la afición debe repartir la culpa entre distintos elementos. En Alicante, nadie puede discutir que  las decisiones primordiales las haya tomado otro que no sea Enrique Ortiz. 15 años lleva haciendo y deshaciendo a su gusto en el Hércules. 

       Tres procesos concursales en 15 años. Con Ortiz, el Hércules quiebra cada 5 años. Es el único equipo europeo que ha vivido  tres procesos concursales. Este último ha dejado una deuda de 60 millones de euros. Esta deuda ha sido generada con una política de gasto excesivo. Tan excesivo, que se ha gastado mucho más de lo que se tenía. A pesar de esta evidente crisis de gestión de club, Ortiz se ha permitido el lujo de pedir de forma bobalicona a los herculanos “1500 euritos” para que él deje a un lado su proceso de hundimiento de la nave blanquiazul.

       Qué decir del proyecto deportivo. Ya no se puede decir la frase: “Ortiz nos salvó”, ya que su gestión ha llevado al Hércules al punto de partida. El Hércules es de 2ºB. Y lo es sin proyecto y casi sin futuro, por culpa de un convenio de acreedores inasumible para la entidad  que firmó el ex presidente García Pitarch. Este último, es uno de los muchos bandazos que Ortiz ha dado. Juan Carlos Mandía, Esteban Vigo, Sergio Fernández, Pitarch o Quique Pina han sido las caras principales en materia deportiva en los últimos años. Unos con mejores resultados que otros. Pero siempre con la larga sombra de Ortiz de fondo, haciendo y deshaciendo, sin dejar trabajar a los profesionales. Con contratos excesivamente largos o cortos, según se levantase esa mañana. Con mayor o menor responsabilidad en el club, según su humor le indicase. Y Portillo, que nadie se olvide de su yerno, al que trajo para echar por tierra uno de los pocos buenos proyectos que se han visto en Alicante: el de Sergio Fernández.

       Salvo algunas excepciones, cada vez que el Hércules salía en el panorama informativo nacional la afición se echaba a temblar. Escándalos de corrupción y amaños han manchado la historia del Hércules. Ni el tan deseado ascenso a Primera División pudo disfrutar la afición. Una conversación telefónica grabada a Enrique Ortiz mostraba como el máximo mandatario herculano pudo cometer irregularidades para ascender. Dicha grabación se realizó dentro de la Operación Brugal, trama de corrupción en la que Ortiz está implicado junto con el Ayuntamiento de Alicante, al igual que también ha sido relacionado con el Caso Gürtel.

       Y las instituciones, que nadie se olvide de ellas. Que a nadie se le ocurra pedir un comprador para el Hércules. El club dejó de pertenecer a Ortiz con la ampliación de capital realizada hace tres años. A día de hoy, la Fundación del Hércules es la que tiene el accionariado máximo, eso sí, con hombres de confianza de Ortiz como patronos. Sin embargo, ¿de dónde salió el dinero para hacer la ampliación de capital? De la Generalitat, señoras y señores. De un préstamo del IVF. Es decir, dinero público que no se ha devuelto y que nadie parece decidido a reclamar. ¿No será que el Hércules es de todos los valencianos y las valencianas? ¿Por qué nadie reclama lo que es suyo? ¿Por qué no se interviene la gestión de un club que va camino de la ruina y que al mismo tiempo ha sido financiado con dinero público? 

       Por tanto, desde esta redacción reclamamos a los políticos, tanto a los que gobiernan como a la oposición, que pongan toda su voluntad en salvar un club de fútbol de más de 90 años. Además, ya no es solo una cuestión sentimental, dinero público está en juego en una época de crisis en la que se recorta incluso lo más elemental. Casos como este no hacen más que dividir a la ciudadanía y crear brechas sociales. Desde la redacción del Hércules en VAVEL nos sumamos a la campaña #PorUnHérculesLimpio y animamos a todos los herculanos a acudir al partido que enfrentará a un descendido Hércules con el Barça B, el sábado a las 18:30.

domingo, 1 de junio de 2014

True Detective, mucho más que una historia de detectives



Tras finalizar el octavo y último capítulo de True Detective no salgo de una sensación que creo que puede ser compartida por muchos: en las series se está haciendo mejor cine que en el cine. Todo lo que hizo grande a sentarse a ver una película está concentrado en True Detective. Por cierto, va a ser complicado que a partir de ahora cuando digan “serie” yo no piense en “True Detective”.
No obstante, no busco hacer un análisis acerca de la crisis cinematográfica o de la correlación serie-película. Quiero contar la historia de una serie que puede pasar a la Historia. True Detective cuenta la historia de dos policías que durante 17 años investigan un caso de asesinato y desaparición de menores en extrañas circunstancias.
Los personajes, los actores, sus circunstancias: Quien espere una serie de acción pura y dura puede dejar de leer. Ni Rust (Matthew Mcgonaghey) ni Marty (Woody Harrelson) son James Bond. Ojo, encontramos tres situaciones de acción de una calidad incuestionable. Pero no, no va de eso. La serie está basada en lo que para mí es un principio incuestionable de toda obra cinematográfica: personajes ricos en cuanto su mundo interior, bien construidos, sin fisuras, con evolución a lo largo de la proyección, que emocionen, que sean imperfectos como la vida misma. Además, se complementan que da gusto. Uno es escéptico, reflexivo, huraño, nihilista, diferente y justiciero. Otro es familiar, religioso, típico americano acomodado, duro y algo simple. Les une algo, además del caso: ambos necesitan sacar fuera todo lo que llevan dentro. Es difícil quedarse con una de las interpretaciones o con uno de los dos personajes. Ambas interpretaciones son de Oscar, y ambos personajes son legendarios. Destaco de Mcgonaghey su definitivo salto al estrellato siendo para mí la sorpresa del año (no olvidemos Dallas Buyers Club) y el deseo de que se quede. Pero la mención a Harrelson ha de ser contundente: pocas veces he visto a un actor expresar tan bien emociones tan diferente y, sobre todo, tan ocultas en la esencia humana. Su fisionomía se convierte en su arma para transmitirnos lo que es.
Segundo principio incuestionable: el guion: Digno de un Oscar. Filosofía a raudales, desprende inteligencia y cotidianidad, aborda la esencia de la existencia, es todo un manual religioso y antireligioso a la vez. Nos pone la piel de gallina y nos saca los ojos de las órbitas. Es curioso como uno acaba deseando que se metan en el coche de una vez y comiencen a hablar. Pone palabras a sentimientos y reflexiones que todos hemos podido haber tenido pero jamás hemos atrevido a lanzar en voz alta.
Narrativamente prodigiosa: Nic Pizzolato sabe controlar los tiempos. No me refiero con esto al tan utilizado recurso de dejar al espectador con la boca abierta. En esta serie no es necesario nada así, ya que se mueve al ritmo de los latidos vitales de sus personajes. Usa el flashback de forma tan entendible para el espectador que asusta. Además, no es un extra prescindible, es parte un entramado que en la mente del espectador es claro y continuado. Los datos se revelan de forma progresiva, se trata de pequeñas pinceladas o de sorbos que el espectador agrade. Son 8 capitulos de 1 hora. Da la sensación de estar viendo una película de 8 horas, como si ves los tres Padrinos a la vez.
No busca ser original ni romper esquemas: Los guionistas saben de sobra que todo está contando ya y que ahí no van a encontrar un gran nicho de mercado. La historia del arte y la cultura se basa en repetir muchas veces los mismos sentimientos y las mismas sensaciones como si de una vida cíclica se tratase. El estilo, ese gran aliado de unos pocos, es lo que marca la diferencia entre True Detective y CSI, por ejemplo. El estilo y la forma, el cómo es la clave para contar una historia. Woody Allen ha estado 40 años contando la misma historia en el cine con distintos personajes y distintas situaciones. El Padrino cuenta la historia de una tragedia como hace Shakespeare. True Detective cuenta su historia y la cuenta genial, nos la creemos y nos identificamos con ella.
El escenario, idílico: Louisina, como tantas veces escuchamos en la serie con un cerrado acento estadounidense, está excesivamente bien elegido. Junto con Nueva York, el sureste de Estados Unidos es lo que más me atrae personalmente. Y mira que son lugares diferentes. Me atrae la herencia del antiguo oeste, comprobar la penosa transición que ha habido de una época a otro. Como un país ha avanzado a costa de otros, queda reflejado. El s.XIX no se va ni con la llegada del XXI, al menos del todo. Incultura, religión llevada hasta el extremo de predicadores ambulantes, pobreza. Un desierto húmedo, tierra, campo, un pasado incrustado en el presente. Si nos gusta tanto el escenario es, en parte, gracias a la parte técnica.
Audiovisualmente inteligente: Planos secuencia abrumadores, la serie está bien contada y bien situada gracias a que técnicamente es maravillosa. Nos pone en contexto con esos grandes planos generales de césped o lagos. Nos lleva a lo más profundo de los personajes con las elecciones de los planos a los actores. La cámara se mueve de forma inteligente, en definitiva. Musicalmente, otra delicia, desde el tema inicial a cada uno de los acompañamientos musicales.
El final: Que no revelaré, obviamente. Tan solo me gustaría aclarar que me guste porque no es extraño, es el que tiene que ser, tal y como afirmaba Carlos Boyero. Es un final humano, lógico, imperfecto, que deja cosas en el aire. ¿Por qué si en la vida muchas veces hay cosas que no entendemos o sabemos, en la ficción hemos de estar enterados de cada detalle? Siempre he defendido el punto ciego, es decir, el punto en el que la obra se nos pierde por mandato expreso del autor. Y, otra cosa, pretender que en la ficción todos, y recalco TODOS los malos pillados es poco menos que un absurdo cuando en la realidad vemos todos los días lo contrario.

sábado, 31 de mayo de 2014

jueves, 8 de mayo de 2014

El alquiler de películas se cose coderas

  

AVISO: Aumentar el tamaño de la imagen mediante: CTRL + Mover el cursor del ratón.

Nuevo funcionamiento

Hola Hola:

He tomado la decisión de usar mi blog como método de difusión de gran parte de mi trabajo. El hecho de tener este cúmulo de trabajo ha provocado que no pueda actualizar el blog prácticamente, así que creo que usar ese trabajo periodístico y darlo a conocer es una gran medida. Espero que os gusten los reportajes y las entrevistas!

sábado, 5 de abril de 2014

¿De qué se ríen?

 

   Cabe decir que ni la foto es de cosecha propia, ni el título del artículo es mío. Ha sido mi padre el que me ha dicho que si él fuera Juan José Millás, mañana la usaría en su columna de El País Semanal, y la titularía así. Dado que a Millás no le tiene cerca, se tendrá que conformar con un estudiante de segundo de periodismo. 

   Es complicado responder a la pregunta que ocupa el título, a pesar de mis intentos de descifrar la cuestión, tras unos quince minutos de observar detenidamente a los protagonistas. Todos miran a Cospedal, por lo que todo apunta a que la secretaria general del PP ha soltado un chascarrido. Un chascarrillo es una broma en lenguaje castizo de derechas. No, fuera de bromas, no voy a tratar de averiguar qué puede haber dicho esta mujer y que sea tan gracioso. No estoy lo suficientemente formado. 

   Sí me gustaría aclarar que la risa y la broma no es mala. No quiero parecer Jorge de Burgos, cruel monje de El nombre de la rosa que se encarga de quemar libros que invitan a la sorna. Eso no quita que desde el punto de vista ciudadano cueste entender la captura. Los ciudadanos no vemos a Javier Arenas, Alberto Fabra, María Dolores de Cospedal, Carlos Floriano, Rita Barberá y Esteban González Pons. Vemos a representantes públicos. Y como todo lo público está tan mal, cuesta creer que se rían.

   Me cuidaré de no escribir: Se ríen de nosotros, y dar por finalizado el artículo. Show, don't tell. Muestra, no lo digas. Es algo que nos recalcan en clase. Entonces, ¿se ríen de que la Comunidad Valenciana sea un referente ¡mundial! en corrupción política? Probablemente estén de cachondeo, mientras cuentan el número de imputados que tienen en sus listas.

   Bueno, es posible que a algunos la corrupción no les valga, ya que no hay condenas firmes todavía. Bien, ¿se ríen, entonces, de la gestión de la Ley de dependencia? La situación límite que muchas familias con miembros dependientes viven a día de hoy es todo menos risueña para cualquiera que sienta y padezca. Muchos no verán nunca las ayudas que por ley les corresponden. La verdad es que gracia, no tiene.

   Podríamos seguir ya que, por desgracia, Valencia es pionera en más asunto turbios, como el cierre de canal nou, la situación en educación, en sanidad, el escándalo del metro de valencia, el derroche en grandes eventos. No quiero partir de una foto de unos tipos sonriendo, y terminar llorando yo. Puede que la conclusión sea: Ríen, no por maldad, sino por alejamiento total y sin escrúpulos de la realidad y los ciudadanos que representan. Sus vidas son de auténtico lujo, privilegio y eso les hace gracia. No, no la tiene.

Foto: Información

martes, 7 de enero de 2014

¿Todos los políticos son iguales?

En cualquier taberna, bar o restaurante. En cualquier sitio público, o privado. En las casas, en la universidad, en el trabajo. En el campo y en la playa, incluso puede que en la montaña. Los que van al fútbol y los que van al cine. Los que se aíslan en su cuarto y los que quieren cambiar el mundo. En cualquier rincón de España, de Europa y puede que del mundo. Desde Moratalla hasta Nueva York. “Todos los políticos son iguales”, es algo que se escucha en cualquier lugar.

Creo que coincidirán conmigo en que la afirmación que he comentado se ha convertido en una especie de sacramento para muchos ciudadanos. Y lo más curioso de todo es que poco importa ya la procedencia o posición social de esta persona. Se le puede escuchar a un estudiante universitario y también a un “apolítico” que pasa de todo “porque eso no tiene nada que ver con él”. El fondo del asunto es, al fin y al cabo, por qué esta idea ha tenido tanto calado y sobre todo a quién interesa que esto sea así.

Seamos justos. Cabe reconocer que la política ha cambiado a lo largo de la historia. Las diferencias ideológicas ya no son las que eran, y como todo, esto tiene su lado positivo y su lado negativo. Evidentemente, la mejor parte de todo esto es que los conflictos han caído espectacularmente en nuestro mundo contemporáneo. A día de hoy nadie se mata en España por esto, y dos personas pueden ser amigos a pesar de que cada uno mira hacia un sitio (entiéndase, hacia la izquierda y la derecha).

Es posible que lo peor de todo sea la renuncia de una de las dos tendencias. Y es indudable que fue la izquierda en un período histórico la que cedió terreno, ya sea a través de la caída de la URSS, la reconversión de China o las concesiones de los comunistas en la transición española. Cualquier ejemplo sirve. En cualquier caso, gracias a la contrarrevolución cultural llevada a cabo por Thatcher y Reagan en la década de los 80, la política en Europa y América ha dado un giro importante y casi irreversible hacia la derecha.

Ahora bien: ¿Justifica este hecho, indudable, la frase “todos los políticos son iguales”? En mi opinión no, claro que no. Particularmente, me gustaría que las cosas funcionasen de otra manera, que jamás se hubiese llevado a cabo este triunfo neoliberal y conservador que está trayendo el fin del Estado del bienestar.  Sin embargo, me parece peligrosísimo meter a todos en el mismo saco, incluidos los que tan mal lo están haciendo en la izquierda. 

El que no duda en afirmar que PP y PSOE son lo mismo, está condenado a toparse ante la cruda la realidad. No lo son, y nunca lo serán. Por mucho que en la política económica ambos se vean obligados a tomar decisiones que marcan Merkel y el FMI. Quien le da igual votar a un partido o a otro, se encuentra con que unos están a favor del aborto, y otros no. Que unos aprueban una ley para la Dependencia, y otros la reducen. Que unos tienen una idea de lo que es la educación, y otros tienen otra muy diferente. Que unos entienden que la sanidad debe ser pública y otro no tanto. 

Por supuesto, no me vale que la corrupción les hace ser iguales. Eso imposibilitaría a cualquier ser humano a ocupar un cargo público, ya que por desgracia hemos podido comprobar a lo largo de la historia que meter la mano en el bolsillo de otros está exento de ideologías. Ha habido corruptos en la Unión Soviética y en la CIA, pasando por el Ayuntamiento de Marbella.

Si defiendo la política y la declaro como elemental, no es porque esté rindiendo como debería. Es porque alejándonos de la batalla de las ideas, solo veo una salida: Un militar pegando tiros en el Congreso. Por eso no comparto la idea de participar en el descrédito hacia la política. Solo su reconversión y transformación puede ser una salida válida, su destrucción es nuestra condena. A menos a corto plazo. Creo que no nos hemos percatado de una cosa. La política es algo público, de hecho, es lo más público que hay. ¿Por qué aún no hemos caído en la reflexión sobre si, junto a la educación o la sanidad, forma parte de la estrategia que intenta hacer ver que lo público no funciona, para que deje de serlo?