“Qué calor voy a pasar en Madrid en verano” es una de
las cosas que primero pensé al ver ‘Que Dios nos perdone’ la nueva película de
Rodrigo Sorogoy. El ambiente sofocante de la capital española en el verano de
2011, cuando a las habituales altas temperaturas se añadió la agobiante y polémica
del papa Benedicto XVI, no es un escenario escogido al azar. El contexto que se
busca para contar la historia es muy claro: un estrés que acompañe al ya de por
sí asfixiante caso policiaco. Un thriller intrépido.
La personalidad de los protagonistas va de la mano de
este entorno enfermizo. Los dos policías de homicidios y violencia sexual son
interpretados por Roberto Álamo y Antonio de la Torre. Es de esas ocasiones en
las que te preguntas si el director había pensado en ellos cuando dio forma a
los protagonistas en su cabeza. Sí, ambas interpretaciones son magistrales,
especialmente en el caso de Álamo, que hace al personaje suyo por completo. En
cuanto a de la Torre, he perdido la cuenta de las ocasiones en las que le he
visto de sobresaliente.
Podríamos decir que uno hace de poli bueno y otro de
poli malo. Estaríamos simplificando. Ambas personalidades son complejas y
cambiantes. De hecho, la manera de ser de cada uno influye de forma muy notable
en su lado profesional, pero a la inversa. Es decir, su labor policiaca les permite
desinhibirse. Me ha recordado a una frase de mi abuelo sobre el fútbol: “Allí
van a gritar los que en casa no pueden hacerlo”. El policía que en su trabajo
es una auténtica bestia, no consigue dominar su entorno privado. Es capaz de
pegar a un compañero, pero una simple adolescente le cierra la puerta en la
cara. El otro, mucho más comedido de cara a la galería, está tan atormentado o
más que su compañero. Y de tranquilo tiene poco.
Como todo thriller, hay un malo. Les aseguro que es un
malo malísimo, de estos que el espectador desea que acabe sufriendo. Se trata
de un maníaco sexual que viola y asesina a ancianas de manera brutal. El
personaje está, al igual que ocurre con “los buenos”, perfectamente construido.
Además, está muy bien contado el proceso en el que se descubre la identidad del
asesino. Podemos encontrar falsas pistas, pistas reales muy bien explicadas y
planificadas y un recurso innovador. Bueno, realmente no lo es: Hithcook lo
hizo en Psicosis hace más de 50 años de manera mucho más brutal matando a la
protagonista a los 20 minutos y señalando al asesino.
No les destripo nada,
aquí no muere ningún protagonista al comienzo de la película, pero sí que nos
dejan ver al violador antes que a los protagonistas. Es más, la narración
cambia y comenzamos a ver la historia desde su punto de vista durante unos
minutos. No está mal teniendo en cuenta que lo que hace casi todo el mundo es
enseñar al malo muy poquito tiempo y a punto de terminar la proyección.