jueves, 12 de diciembre de 2013

Con Parot, la justicia no la hará Don Corleone

En primer lugar, me gustaría pedir disculpas por el pequeño período de inactividad de este blog. Las pequeñas crisis de inspiración unidas a demasiado trabajo nunca tienen una buena consecuencia. Espero que este nuevo punto de partida me lleve a estar tan a gusto con lo que escribo aquí como siempre. Arranco con un tema poco apropiado si lo que busco es algo “facilito”. Se trata de la famosa “doctrina Parot” de la que tanto se ha hablado en los medios de comunicación así como en la calle, en las últimas semanas.

Una interlocutora muy válida me hablaba entusiasmada del conflicto afirmando que “es un debate que no tiene solución, hagas lo que hagas va a salir mal”. Es posible que a pesar de ser una visión un tanto pesimista, no le faltase razón. Principalmente, creo que hacer un análisis, al menos puramente técnico, sin grandes conocimientos, es un atrevimiento muy propio de este país. ¿Cuántas personas se habrán atrevido a abrir la boca sin tener ni idea de leyes o política? Tengo la opinión de que la prudencia es un grado y que a muchos les cuesta pensar dos veces antes de hacer un juicio de valor.

Yo le he dado vueltas y vueltas y el callejón es bastante oscuro y estrecho, encontrar una salida válida es costoso. Parece que se nos plantean dos alternativas. Y las dos suenan iguales de radicales. Una consistía en que este tipo de presos cumplan condenas inhumanas (así lo ve Europa) en las que parece que los malos tratos son constantes y la reinserción está de lado. La otra, que es finalmente por la que se ha optado, es la de que los presos no sean condenados de forma retroactiva y salgan en libertad. ¿Ahora entienden  por qué todo iba a salir mal?

No daré más rodeos: Si me ponen una pistola en la frente, me quedo con la segunda. Les suelto. Y no voy a ser hipócrita: claro que no me gustaría verles ni en pintura, ni que estuviesen en mi día a día, ni que mis posibles hijos se los cruzasen por la calle. Pero hay una cosa de la que el resto parece que no se ha dado cuenta, y se trata de que esta visión es puramente individualista y egoísta. No es propia de un Estado, que, recordamos, ha de tomar decisiones globales o para una sociedad en conjunto. 


Siempre he defendido que un país democrático debe dar ejemplo. Y creo que cuando se nos llena la boca de democracia, debe estar justificado. Pienso que ser demócrata tiene eso que en la religión se llama “poner la otra mejilla”. Aunque algunos no lo lleguen a entender, esto permite ponerse a uno, en este caso al Estado, en un peldaño superior. Con injusticia, represión o guerra sucia al final la democracia se convierte justo en lo que lucha por destruir.

Algunos se preguntarán… ¿Y dónde queda la Justicia aquí? Comenzaré diciendo, por si no ha quedado claro aún, que lo ideal sería que estos criminales estuviesen entre rejas. Además, inevitablemente con este caso se me viene una escena de El Padrino a la cabeza. Es nada menos que la primera. El funerario “Bonasera” acude a Don Vito para pedirle justicia con los que han maltratado y se han aprovechado de su hija. Para él, justicia es que la mafia asesine a estos chicos. El personaje interpretado por Marlon Brando le responde: “Eso no es justicia, tu hija está viva”.

Lo que el funerario buscaba, evidentemente, no era justicia, si no una vil venganza. Es perfectamente comprensible que un afectado por ETA busque venganza, es más, que quiera que el Estado le ponga en bandeja al terrorista para que él mismo lo estrangule. Sin embargo, esto jamás será justicia. Lo que nos es aceptable es que un colectivo imponga a un Gobierno las decisiones que ha de tomar de cara a millones de habitantes. Es obligación de todo el país apoyar y consolar a las víctimas, pero no darles el timón del barco, principalmente porque debido a lo afectados que pueden llegar a estar, nunca podrán razonar adecuadamente.

¿Si estoy en lo cierto? La verdad es que ni yo mismo lo sé, no me avergüenza decir que digo todo esto con más dudas que certezas, porque creo que dudar es de sabios, y más si se trata de un tema tan complejo y tan opaco. Veo que hay muchas cosas por mejorar en lo referente al código penal, a lo que son las cárceles hoy en día y a la justicia en general. Y sobre todo, no hay que olvidar que el caso del terrorismo vasco es diferente a cualquier otro. Muchos nunca lo entenderemos del todo bien, porque la única forma es salir cada día a la calle en cualquier territorio vasco. Pero si se busca una reconciliación de los pueblos, una nueva forma de vida y en fin, un perdón (como el que dio el ya fallecido Mandela) solo es posible por la vía que se está tomando. Por dura que sea.

martes, 24 de septiembre de 2013

Una decisión muy diestra

El otro día iba conduciendo de camino a casa y en la radio comentaron la ya sonora noticia de que se plantea si van a retrasar todos nuestros relojes una hora para siempre. El simple hecho de que se use el complemento circunstancial de lugar "para siempre" ya me echa para atrás y me pone de los nervios. De todas formas, decir que en España algo es para siempre es como decir que en Estados Unidos los cambios se producen rápido. Pues ni siquiera este planteamiento me hubiese tranquilizado en el momento en el que por las ondas comentaron jocosamente el asunto. Cuento mis sensaciones no por lo que sería un extraño exceso de protagonismo, sino porque creo que muchos se pueden sentir identificados. Yo, que no soy muy dado a eso, me agobié. Me da escalofríos la posibilidad de quedarme sin ver el Sol una hora menos durante el invierno. Si ya lo que menos me gusta de esta estación es verme obligado a asumir que a las cinco de la tarde es de noche, la posibilidad de que a las cuatro se cierre el telón, me acojona. Mi caso particular radica en que soy una persona muy activa, que detesta quedarse una tarde entera en la habitación, y que la luz solar influye en su estado de ánimo. Sí, soy de esos que suele estar como el tiempo.

No obstante, es probable que el asunto tenga matices más importantes que mi ahogo particular ante la noche repentina. No entraré a discutir si vendría bien o no mirándolo desde un punto de vista de país, lo que queramos admitirlo o no es un punto de vista angelamerkeliano. No tendré la osadía de discutir las conclusiones que unos señores extraños a los que ni usted ni yo ponemos cara (bueno sí, pero porque usted y yo contamos con una gran imaginación) han llegado tras unos largos meses de duro estudio. Pero sí me atreveré a hacer una petición: Hagan las cosas bien. Si quieren que seamos como los del norte de Europa, que los seamos, pero para todo. Si quieren que seamos más productivos, que el Gobierno se caliente la cabeza para elaborar un método laboral que nos beneficie. Rezo para que no retrase una hora el reloj y sigamos teniendo horarios escolares o laborales totalmente caóticos. Seremos europeos, pero para lo horrible y para lo miserable -como diría Woody Allen-.

Después, cada uno tendremos una opinión, usted la suya y yo la mía. Contaré la mía, que para eso (no) me pagan. Se me viene a la cabeza aquello de que "uno acaba convertido en lo que promete destruir". Me refiero a que la solución que proponen, desde un punto de vista del liberalismo económico claro, suena más bien a todo lo contrario: a un control aférrimo de las vidas de los demás, es decir, el lado más oscuro del comunismo. Otro pensamiento muy fuerte es que no me gusta nada esa mala costumbre de esa nueva Europa que están "construyendo" - nunca la tercera pesona del plural había venido tan bien, y el verbo construir tan mal- de querer que todos seamos iguales. Un alemán, un inglés, un francés y un español tendrán siempre cosas en común, objetivos que llevar a cabo juntos y una historia que les atañe, pero nunca serán iguales. En cierta medida esto es algo que enriquece, si se usa bien. Pero han decidido que es más fácil la destrucción de un modo de vida y el uso de otro, que el noble intento de que las cosas funcionen bien, cada una a su manera concreta.

A la conclusión a la que llega uno es que es necesaria una mayor implicación ciudadana y una consulta para esta encrucijada, porque por mucho que usted y yo nos imaginemos al científico, él no debería tener derecho a decidir ciertas cosas. Si no conseguimos una participación así para este y otros temas, no tardará en surgir un señor Burns que nos tape el Sol para ganar él más dinero con su central nuclear. Desde este punto de vista, no olviden que los interruptores de la luz los suelen poner siempre a la derecha. Los diestros están de enhorabuena.


sábado, 14 de septiembre de 2013

El "punto ciego" de El Padrino

En una reciente entrevista al escritor Javier Cercas por su novela "Las leyes de la frontera" comentaba un elemento que incluía siempre en todas sus obras, y que me pareció de lo más interesante. Se trata de un punto ciego, y me entusiasmó de sobremanera. Para que no exista dudas de qué es exactamente dicho punto, incluyo un fragmento de una entrevista a Cercas donde lo explica:  

Usted tiene una teoría, la del punto ciego. ¿De qué se trata?“Esto es una idea que había empezado a elaborar hace tiempo y llevo mucho tiempo dándole vueltas y que parte de mi experiencia personal. Hoy estaba desayunando con Vargas Llosa y me volvió a preguntar y creo que voy a escribir un libro o ensayo sobre el asunto. Porque en parte empecé a formularlo cuando escribí un ensayo sobre La ciudad y los perros. La idea es que en toda gran novela hay un punto ciego, es decir, un punto a través del cual no se ve nada, pero ese no ver nada es precisamente el modo que la novela tiene de ver. Ese silencio es lo que hace elocuente a la novela”.

¿Un ejemplo?“El primer gran punto ciego está en El Quijote, es decir, don quijote está totalmente loco, de sanatorio, enfermo, pero al mismo tiempo es el hombre más lúcido y con la cabeza más clara del universo. Eso es un punto ciego. Esa es una ambigüedad esencial que no puede resolverse y en la cual radica el corazón de la novela. Toda novela parte de una pregunta. La novela es la búsqueda de una respuesta a esa pregunta y cuando llegamos al final del libro, no hay respuesta. La respuesta es la propia pregunta, el propio libro, la propia búsqueda de una respuesta. Las novelas no ofrecen respuestas claras, inequívocas, taxativas, como si ofrece la ciencia, la historia, el periodismo. El ejemplo más claro es el de Kafka. De qué acusan a K. No lo sabemos y ese es corazón de El Proceso. Todo lo que la novela tiene que decir está ahí y no lo sabemos”. 


En mi opinión, es muy importante lo que se ha comentado aquí. Como de costumbre, al leer y comprender este concepto, mi mente voló hacia la mayor obra que conozco, aunque saltemos de la escritura al cine: El Padrino. De pronto, comprendí que es posible que las películas de Francis Ford Coppola contasen también con el famoso punto. En especial la segunda parte, quizás la más compleja de las tres, y por tanto la que más recompensa en cuanto a satisfacción para quien la ve y la entiende y disfruta con lo que se quiere contar.

La película que se estrenaba en el año 1974 rompiendo para siempre con el dicho de que las segundas partes nunca fueron buenas, es una de las obras más oscuras del cine. Es posible que su grandeza radique en que es de difícil comprensión. No es difícil porque la narración tenga fallos, al revés, se trata de una película contada de la mejor forma imaginable. A pesar de su duración se tiene la sensación de que no sobra ni una sola escena.

Como todo en esta trilogia, el hecho del punto ciego gira en torno a Michael Corleone. En el momento mismo de reflexionar sobre lo que supone esta teoría a la hora de la elaboración de una historia, poco importa que sea en una disciplina u en otra, se me vino a la mente el argumento de El Padrino II. Antes de nada, es necesario decir que a partir de este momento se comentarán partes de la película. Lo digo para no destriparla a nadie. En fin, el caso es que tirotean a Michael en su casa, donde duerme su mujer, donde sus hijos entran y salen continuamente, y el punto ciego nos atrapa. No entendemos nada, no sabemos qué planea, no sabemos a ciencia cierta de quien sospecha y de quien no.

Es posible que esta teoría sea la causante de ese dicho tan común de "veo El Padrino por vigésima vez y todavía descubro detalles nuevos". Y es que se produce ese hecho inequívoco que consiste en que el director no quiere darnos toda la información. Es posible que ni siquiera él sepa lo que ocurre en su película, que quiere que la ambigüedad se apodere de la acción y que sea un público inteligente el que dé respuesta a los hechos.

He aquí algo clave, dar respuesta. El autor (director) formula preguntas y el publico intenta resolverlas. Sin esta dualidad la literatura no podría existir. Ni el cine ni ningún elemento que pretenda ser narrativo. Y a veces no hay respuestas, pero en la vida hay muchas ocasiones en las que es fundamental a la vez que muy enriquecedor reflexionar sobre algo, aún a sabienda de que es la pescadilla que se muerde la cola. No hay solución, no hay final. El cine que nos propone Coppola es así.

No sé cuantas veces habré visto El Padrino II, y sin embargo ¿Quién entiende por completo lo que sucede en gran parte de la trama? ¿Quién ha traicionado a quién? ¿Qué pretende Michael cuando se dirige a Hyman Roth y a Pentangelli, sospechosos los dos de traición, y les dice exactamente lo mismo? ¿En qué momento se da cuenta del inocente? No me avergüenza afirmar que son preguntas a las que aún me cuesta responder del todo cuando veo la película, aunque uno se haga a la idea. Y creo que esto es por el gran punto ciego que supone Michael.

Michael Corleone es un hombre poderoso, inteligente, que lo tiene todo como para decir "llego hasta aquí, voy a dejar este negocio y a dejar a mi familia en una buena posición", y hace todo lo contrario. Como ya dije en otra entrada, su ambigüedad radica aquí, en que no le entendemos a él, y que muchas veces tampoco nos entendemos a nosotros como espectadores a la hora de ver la película. Solo con el punto ciego podemos entender nuestra posición extraña, en la que sentimos una cierta complicidad.

La paradoja es que un hombre tan malvado, un asesino que es capaz de mandar matar a sangre fría a su hermano, haga todo precisamente por salvar a su familia. Es el momento en el que la película no nos permite ver nada, y sin embargo lo vemos todo. Comprendemos cada uno de los sentimientos de Michael gracias a la narración magnífica de los guionistas, y al ser cine, con un enfoque que es inmejorable. La trilogía nos plantea muchas preguntas que hacen temblar los cimientos de nuesta moral y nuestro pensamiento, pero llegamos al final y no obtenemos respuesta, no hay solución, todo está perdido. No encontramos nada claro, pero creemos que lo sabemos todo. El Padrino es la vida.


jueves, 12 de septiembre de 2013

Periodismo, exigencias y gratificaciones

A pesar de ser el título de este artículo más propio de una asignatura pesada y pomposa de lo que nos hacen estudiar en la carrera, que nadie tema que no van por ahí los tiros. Se trata de una reflexión de alguien que asoma la cabeza por este mundo, en el de los medios, y que se asusta ante ciertas actitudes. Ojo, uno se asusta pero no se sorprende, ya que es por todos sabido lo que hay en el mercado laboral, en este oficio u en otro. Por tanto, el único fin de quien escribe es contar ciertas actitudes, más bien, hechos que ocurren y son hechos del periodismo. Más que nada, para que se tenga un poco de consideración con los profesionales, aunque no se tenga con la derivación de la profesión.

Cuando un joven o una joven periodista, o estudiante aún, consigue poder realizar una labor en un medio, debe tener unas cuantas cosas claras. Por supuesto, tendrá que pasar mucho tiempo para que se lleve una remuneración por su trabajo. Esto pasa en los medios tradicionales, en los que se abusa hasta el extremo de becarios, pero en especial es destacado este acontencimiento en los medios surgidos en Internet. Antes de nada, diré la parte positiva del asunto: Estos medios dan una oportunidad de desarrollar la labor periodística, por lo que en un momento de crisis es clave.

En estas páginas web en las que se trata de hacer periodismo digital, existe una doble moral muy peligrosa. Por un lado, se intenta hacer un trabajo de calidad  y también incorporarse al mercado como un medio más, que ofrece unas posibilidades muy buenas a la audiencia. Pero por otro lado se cometen errores de bulto en proyectos que intentan ser profesionales. Al parecer,  el dotar de contenido a una web no tiene ningún valor, no merece ser recompensado como todo el mundo entendería que debe serlo si se rellena una hoja de papel.

Alguno pensará que qué derecho tiene un estudiante de nada exigir un salario, que ya tendrá tiempo. Ahí está el primer error, en asumir que solamente un joven puede ocupar el lugar de redactor de un medio digital, cuando para nada es así y muchos profesionales en paro acaban por dar con estos lugares en los que desempeñar su labor... sin recompensa alguna. Ah, y los jóvenes también tienen derecho a cobrar. Todo el mundo está al tanto de la bestial crisis publicitaria que deja muy lejos que cualquier plataforma se financie, pero es de ingenuos pensar que el pastel, ya sea más grande o más pequeño, es repartido por igual para todos.

Además, cabe añadir un hecho. La exigencia de unos conocimientos que no te los propociona nadie. Ni la enseñanza estudiantil, ni el propio medio. Da la sensación de que uno debe estar más pendiente de la informática, de saber cómo colgar un foto, es decir, de todo menos de lo que debería ser lo más importante, lo que escribe, la labor del periodista. Al final, la situación es la de siempre. No existe una apuesta firme por parte de la empresa de un proyecto serio y motivante, ya que hay que ser ingenuo para pensar que el periodismo saldrá a flote con esta precariedad. Solo cabe esperar que los creyentes del periodismo no pierdan la fe, porque ese día todo estará perdido.

lunes, 19 de agosto de 2013

Sobre la escritura

          Puede que cualquier otra persona hubiese tenido una reacción muy diferente tras ver El efecto mariposa. Sin embargo yo no le di apenas vueltas a la que quizás sea la enseñanza más importante de la película: Dejar las cosas como están, no plantearse qué podría haber pasado si tal cosa hubiese sucedido de manera distinta. Centré mi atención en lo que más me atañe, es decir, la recuperación de los recuerdos. Me concierne porque dicha recuperación es un proceso absolutamente necesario para cualquiera que se dedique, ya sea profesionalmente o no, al proceso de la escritura.

          Estamos hechos de recuerdos, de vivencias, de anécdotas. Estamos hechos de nuestros deseos, pasiones, frustraciones, de nuestros sueños, tanto de los que seguimos empeñados en conseguir como de los que desechamos. Es posible que estemos sobre todo fabricados de tal forma, que precisamente sea aquello doloroso que nos ha pasado, lo que nos marque de por vida, nos dé un carácter, una identidad y unos valores muy determinados. Pues bien, no conozco mejor método de conocerse a uno mismo, que a través de ponerse a escribir. Y creo que cualquiera que haya probado esto me dará la razón sin vacilar un solo instante.

          Aunque la experiencia que yo ahora mismo pueda poseer es relativamente pequeña, es más que suficiente para afirmar lo anteriormente dicho. Pocas veces uno se pone a crear una historia, a escribir un artículo, reportaje o noticia, con la intención de soltar lo que lleva dentro -aún así, esto también existe-. Ya sea un caso u otro, el bálsamo que se recibe es monumental, en especial para el que lo ha hecho inconscientemente. Uno percibe que aquello que se ha sacado de la manga, realmente se lo ha sacado de un lugar mucho más profundo de su ser. Que, intencionadamente o no, el texto que acaba de crear tiene su ADN y su genética, como si de un hijo se tratase.

          Es un buena experiencia poder observar como aquello que uno tenía escondido dentro de sí, que al parecer no era más que un viejo recuerdo, una anécdota que no se sabía bien por qué se le había quedado grabada, es algo mucho más grande. Se convierte en un elemento que tiene dos caras: La primera es la obtención de un producto de calidad a través de algo muy puro, que ha nacido dentro de nosotros mismos. La segunda es el bálsamo antes citado, la liberación, la sensación de que por medio de ese producto obtenido, también hemos conseguido una salvación propia.

          Es posible que ésta sea la recompensa que ofrece la escritura. La escritura te da mucho, cuando tú le das mucho. Si uno le da un producto que quede para siempre en los anales de las letras, sin duda alguna la recompensa interior es sin igual. Es un gran intercambio, a mi parecer. Además, siempre está presente la universalización. Se trata del proceso en el que un elemento, al parecer pequeño e insignificante, se transforma en algo que adquiere una talla mundial. Y, por supuesto, no me refiero a la fama, si no al hecho de que nuestra experiencia se convierte en la experiencia de todos (de todo el que nos lea).

          Para finalizar, querría hacerles reflexionar acerca de un fenómeno. ¿Por qué es por todos creído (me incluyo) que es mejor escribir por la noche? ¿Por qué estamos más inspirados? O, incluso ¿Por qué muchos creen que es mejor escribir en el momento en el que uno se siente mal, angustiado?  Creo haber encontrado algunas respuestas. Es probable que sea mejor escribir cuando ha acabado el día porque nos vemos alejados de ese barullo insoportable, también llamado por otros como "sociedad". A altas horas de la madrugada escasea el ruido, no existen las distracciones. Por lo tanto, nos vemos atrapados por nuestro yo más puro, en ese instante somos nosotros mismos... y si queremos plasmarlo, es el mejor momento.

          Respecto a la tristeza, qué puedo decirles. Somos seres humanos que a veces sobrevaloran los estados de ánimo, y es posible que percibamos con mayor claridad la penumbra de nuestros sentimientos, paradójicamente. No quiere decir que cuando estemos alegres todo lo que escribamos sea malo, simplemente creemos menos en ese momento en nosotros mismos, y nos gusta exaltar nuestra melancolía. No se me ocurre cómo ponerle punto y final a esto, que me ha quedado mucho más largo de lo que intuía, será que dentro de mí tenía mucho más que decir de lo que hubiese imaginado al comenzar.

sábado, 10 de agosto de 2013

No me hagan mucho caso

Bajo un sol de justicia me encontraba esta mañana, en pleno centro, con el verano dándome más fuerte que nunca en la nuca. Llevaba en la mano A sangre fría de Truman Capote. Lo había comprado a raíz de fascinarme por la historia del escritor y el proceso de creación de la obra, algo que por cierto recomiendo seguir a todo el mundo. Sin embargo, sería un poco más tarde cuando me diese cuenta de por qué necesitaba tener ese libro, justo en ese momento. Sí, necesitaba el primer relato de "no ficción". Confiaba en que al poder leer una novela que en realidad se trataba de unos hechos reales perfectamente construidos para el gran público, yo pudiera conseguir en ese momento el efecto contrario. Sí, que la realidad que me rodeaba, fuera ficción, una mera novela. Y no se crean que busqué este efecto por voluntad propia, no, mas bien era una cuestión moral, lo que a la larga era y es para mí y para todos una cuestión de supervivencia.

Evasión. Puede que alguno piense que es una solución cobarde, pero en ocasiones no tenemos otro remedio que ser ajenos a nuestra realidad. Y esto no significa no sufrir, no padecer, si han pensado que es una solución fría se equivocan, es una solución hecha a medida para los que nos vemos atrapados por esos problemas que son a la vez tan mundanos como imposibles de erradicar. Mientras ese sol entrecortaba mi perspectiva, y mi libro me daba ese poder mágico de intercambiar realidad y ficción, me veía atrapado por la banda sonora de nuestras calles. Y es que me gustaría comentar sin ninguna frivolidad el aumento considerable de hombres sin hogar, vagabundos, gente sin casa, sin familia, enfermos, personas sin recursos que hay en nuestro día a día. Ya no es posible salir a la calle sin toparse con más de dos y de tres rostros que representan la cara oculta de nuestra sociedad.

Por suerte hoy, yo tenía mi arma, mi novela. Pero no es oro todo lo que reluce. A sangre fría había actuado cómo el bisturí del padre de Millás (abría la herida y la cicatrizaba al mismo tiempo). Sin duda en ese momento el hecho de tener una novela en mi mano, y el hombre que me pedía no tener más que un cartón, me hizo sentir miserable. Hizo que me replanteara hasta que punto yo y todos sacamos de quicio problemas, que no sé cómo nos atrevemos a llamar problemas. Pero no se equivoquen, no pretendo juzgar aquí a cada uno, no, más bien esto es una confesión, para que me perdonen a mí y a todos los que usamos después lo que abrió la herida (en este caso un libro, pero también puede ser una película) como método de escapada, de huida de la realidad.

A partir de este momento cada vez que encuentre a mi paso un elemento de nuestra sociedad que no me guste especialmente, haré el proceso contrario que Truman Capote. Novelizaré cada realidad que merezca ser ficticia e imaginaria. Porque ya saben, en nuestras calles nos podemos topar con indigentes, y con el otro extremo de la raza humana: Chicas que no superan los quince años y llevan unas horrendas camisetas de baloncesto (de imitación por supuesto) y que dejan por los suelos el número que Michael Jordan hizo grande, el 23. Aunque he de confesarles algo, el genio Jordan también se ha apuntado a ficcionar la realidad, si no, no se entiende que le sorprenda el hecho de que llevarse esos millones que se lleva al año no tenga un lado negativo. El capitalismo neoliberal que lo llaman. Y no me llamen comunista que les veo venir.

No obstante, y ya para finalizar, si no les gusta lo que les rodea, o no se gustan ustedes mismos, yo les ofrezco una solución todavía más barata que leer o ver una película. Cuando nadie les vea, vayan a la habitación de sus suegros. Rebusquen en los cajones hasta dar con los calzoncillos más caros que hayan visto jamás. Superen el miedo que les puede dar usar esa ropa interior y póngansela. Acto seguido salgan a la calle. Es posible que el problema que existía a su alrededor no se haya marchado, pero sin ningún lugar a dudas usted lo verá de manera diferente. Estoy plenamente convencido de que la ropa interior tiene un efecto mágico que da la personalidad de su dueño a quien los use. Tras decir esto quizás alguno esté pensando en usar la faja de su suegra, no lo sé. Y perdonen, hoy he confundido la realidad con la ficción. Acabaré el artículo cómo le gustaría a mi madre: No me hagan mucho caso.







domingo, 14 de julio de 2013

"I believe in America"

Se puede leer en el ejemplar del diario El País de este domingo un reportaje que me ha parecido de lo más interesante. Se titula La próxima frontera americana, y en resumidas cuentas nos da la información de que el gobierno de Obama se plantea la legalización de más de 11 millones de inmigrantes, actualmente sin papeles legales. Se incide en la idea de la capacidad transformadora de la sociedad que esto puede tener si llega a buen puerto. Hablamos de transformación, y se trata de una transformación a todos los niveles posibles. Podríamos hablar de economía, que a buen seguro notará una evolución sin precedentes (a mejor, claro), pero yo prefiero acercarme al asunto social, étnico, y por qué no decirlo, patriótico.

Estados Unidos, ese país de contradicciones, de soñadores y de los que nunca podrán soñar, de democracia asentada y al mismo tiempo de los comportamientos de lo menos demócratas, cuna del capitalismo neoliberal que marca, y parece marcará, una tendencia en el mundo durante mucho tiempo. Se trata de un lugar de lo más interesante en todos los sentidos, y para mí todo gira alrededor de lo siguiente: Se trata del país más patriota del mundo, y paradójicamente, está formado por inmigrantes. Inmigrantes de todos los lugares del mundo, y eso se cumple literalmente si tenemos en cuenta la legalización que se trata de poner en marcha a día de hoy. Italoamericanos, afroamericanos, irlandeses o polacos, se convirtieron en el pilar de la población estadounidense a principios de siglo XX, de la misma forma que chinos, hispanos y europeos lo serán a lo largo de este siglo.


Es posible que los americanos sean ejemplo de muchas cosas para el resto, ojo, tanto de lo bueno como de lo malo. Hoy me centraré en lo bueno. Y en mi opinión es su gran capacidad de acoger a propios y a extraños en torno a una bandera. Partiré de la base de que no soy una persona nada patriota, pero que sí valora como algo positivo el sentirse identificado con algo, como forma de vida. Soy de esos idealistas que cree que a todos nos iría mejor sin banderas y sin fronteras. Pero también tengo los pies en el suelo, y trato de buscar la mejor solución posible. El sentimiento patriota nació en el siglo XIX como consecuencia de la rebelión de los pueblos frente a unos coloniadores totalmente absolutistas y opresores de las libertades más básicas. No obstante, este sentimiento se nos ha ido de las manos con el tiempo, y por eso a muchos nos causa rechazo. Es como todo, hay que tener en cuenta que en todo ámbito, habrá un número determinado de locos que se carguen una buena idea, ya hablemos de sociedad, de religión o de fútbol.



Y dado que tenemos que convivir con este modelo de Estado ¿Cuál es la mejor solución? Yo me inclino por la propuesta yanki. Crear una sociedad en la que puedan vivir sin peligro alguno (para esto hace un largo trabajo y un ardua concienciación ciudadana) gente de todas las culturas posible. Estados Unidos ha vivido actos atroces de racismo porque ha sido el que más ha arriesgado en este aspecto. Y a pesar del sufrimiento, ha merecido la pena. Han llegado a lo más alto, a dominar todo el panorama internacional, a través de esta propuesta. Mientras, en España nos dedicamos a todo lo contrario, muchos siguen rechazando al diferente, y de paso a los mejores de los "nuestros". Para acabar, pondré un ejemplo. Se me viene a la cabeza movimientos totalmente racistas como el de Josep Anglada que justifica todo eso con la excusa de que "vienen a robar y a delinquir". Si en Estados Unidos, a mitad de siglo, alguien hubiese querido (y conseguido) echar del país a todos los italoamericanos, tachando a la totalidad del colectivo de "mafiosos", hoy Estados Unidos no sería lo que es. Yo creo en América.

domingo, 30 de junio de 2013

¿Por qué nos cae bien Michael Corleone?

He de confesar que he dudado de titular este artículo de otra forma, hubiera sido así: ¿Por qué nos cae bien Vito Corleone? El contenido no habría cambiado ni un ápice de lo que va a ser, pero es posible que hubiese sido más justo debido a que gran parte de mi inspiración ha venido de este artículo de Jot Down: Mueve los hilos, Padrino http://www.jotdown.es/2012/07/mueve-lo-hilos-padrino/
Les explico, aquí nos cuentan los factores que inciden en el espectador para que se vea totalmente atrapado por la figura que interpretado el genial Marlon Brando. El primero es el pasado infantil de Vito, que nos traslada un pobre crio que ha perdido su familia a manos de la mafia, y que se ha tenido que hacer a sí mismo. El segundo es su deseo de ver el crimen solo como un paso necesario para llegar a una legalidad que aporte estabilidad y seguridad a los suyos, no es una persona violenta. El tercero, su espíritu de Robin Hood al combatir el poder con su propio poder, de estar al margen de la injusta estructura social.

Así, y ya que es su hijo, Michael Corleone, el que recoge su legado y es el verdadero protagonista de toda la saga, y no de una saga cualquiera, sino de la más importante de la historia del cine, he querido personificar en él ese sentimiento tan común y de compleja explicación para cualquier espectador. ¿Por qué nos atraen estas figuras en el cine? ¿Por qué, en nuestra vida fuera de la ficción, condenamos una y otra vez a cualquiera que se salga mínimamente de la legalidad, de lo que consideramos el bien? ¿Tenemos una moral para la ficción y otra para la realidad? ¿En qué medida nuestra concepción de la realidad y de la fantasía se ven confundidas?



Lo primero que hay que tener claro es que El Padrino es algo más que una peli de mafiosos. Tener esa concepción sería simplificar la obra hasta el extremo, un fallo a la altura de pensar que el fútbol es solo lo que ocurre en el terreno de juego. En una historia como esta encontramos un retrato de la America de la época, de los valores familiares y sociales así como de los negocios y empresas que hacían de la mafia algo a tener en cuenta. Debemos situar, en este caso a Michael Corleone, en este contexto tan determinado. Creo que uno de los factores que nos hacen tenerle un cierto aprecio es el pasado, al igual que nos pasa con su padre. Aunque no son iguales las circunstancias, sí nos encontramos ante una tesitura parecida. Ambos acceden a este mundo para "salvar" a su familia. Lo pongo entre comillas ya que al final el remedio acaba siendo peor que la enfermedad. Pero a nadie le puede caber la duda de que ambos buscan lo mejor para los suyos, teniendo en cuenta lo que era "lo mejor" para una familia italoamericana. Michael nos gusta porque le hemos conocido siendo un joven soñador e idealista que además era patriota y se alistaba en el ejército para combatir el régimen nazi.



El segundo factor creo que es el miedo. Cuando vemos los tres padrinos nos queda esa pregunta en la cabeza ¿Y qué hubiese hecho yo si intentan matar a mi padre? Unos dirán que lo de Michael no tiene perdón, que el fin no justifica los medios, otros que podría haber cortado más de raíz el asunto, que no era necesario todo lo que vemos en la seguna película, incluso podrá haber alguien que diga que hubiese hecho exactamente lo mismo, pero la opinión poco importa, al final y al cabo es un mafioso y todos hemos de tener claro que lo que hace no es lo correcto. Lo que nos aterra es la posibilidad de vernos en su situación, entre la espada  y la pared, entre nuestros valores y la supervivencia de los nuestros. Esto nos hace mirar hacia otro lado, hacer como que ha sido un accidente.

El tercer factor, es la lástima. Michael Corleone nos da pena. Siempre he mantenido que la trilogía es la historia del ascenso y de la caída del personaje que interpreta Al Pacino. Y su descenso nos afecta porque le hemos vista pasarlas canutas, y también le hemos visto ganar, ganar mucho. Se nos ha detallado la perversión de su alma hasta el abandono más absoluto de su humanidad, hasta el punto de encerrarse en su búnker atrapado por lo que cree que es su destino, por sus anticuadas ideas que le han destrozado la vida. Le hemos visto fracasar.

Hay un cuarto factor, por qué no decirlo. Y es que nos atrae lo prohibido desde la manzana de Adán y Eva. Por eso nos pone tanto que se muestra sin tapujos una organización criminal, y no por encima precisamente. Se nos pone delante de nuestras narices las entrañas de una estructura de asesinos, todo el entramado jerarquizado. Y nos gusta verlo, lo vemos como el que mira algo a través de una mirilla o subido a un árbol. Lo peor de todo y lo que más nos aterra/gusta: A veces nos sentimos identificados. A ese tipo que hemos visto asesinar a sangre fría en la escena anterior, ahora le vemos preparar unas albóndigas. ¿Qué sucede? Que nos recuerda a nosotros mismos, o a nuestro padre, madre, tío o abuelo. Directores del estilo de Francis Ford Coppola juegan con nuestro subconsciente. Plantean elementos cotidianos en medio de otros que para nada lo son. Armas y comida juegan un papel fundamental, pero no solo esos, también encontramos fiestas, bailes y otros eventos sociales.



Esta técnica no solo la encontramos en el Padrino, afortunadamente otros directores han decidido no presentar a la mafia como un ente aislado, sino como un elementos social más. Me viene a la cabeza Tarantino, y su Pulp Fiction. A pesar de ser una película totalmente opuesta a El Padrino encontramos similitudes a la hora de normalizar a los criminales. Es por cualquier cinéfilo recordada la escena en la que Vicent y Jules comentan cómo se llama en Francia al Cuarto de libra con queso. También preguntan a la gente a la que van a asesinar de dónde es la hamburguesa que tienen en la mesa, y comentan de una forma filosófica qué animales merecen la pena ser comidos y cuáles no. La comida como elemento normalizador. Daría para otro artículo, no quiero salirme de este. Pero sin duda es clave en un proceso en el que el cine nos quiere quitar miedos y regalarnos otros. Sacar a la luz nuestros complejos y dudas morales, y nos pone en la situación de sentir pena por un asesino, un jefe de la mafia. A pesar de esto, nos cae bien Michael Corleone.

jueves, 20 de junio de 2013

Ya lo dijo Freddie

Recuerdo perfectamente de qué manera, siendo un niño, me percaté de que existía la homosexualidad, aunque por entonces no tenía ni idea de lo que significaba esa palabra. La cosa es que yo estaba viendo una película con mis padres, una película que recomiendo a todos llamada "Un papá genial", cuando de repente dos personajes masculinos se besaron. Mi infantil reacción fue decirle a mi padre: "Se han besado dos hombres ¡Qué falso!" Que no sirva esta anécdota de precendente para que algunos puedan decir: "Ahí lo tienen, una mente pura e infantil, sin influencia alguna, no dudó en ver ese acto como algo extraño" No, señores. Esa mente infantil, al igual que todas, estaba marcada por una sociedad que solo conocía (y conoce, prácticamente) un tipo de relación de sentimental. Una mente que con su corta edad solo había visto películas de Disney con princesas salvadas por príncipes. Por supuesto, un niño al que nunca habían hablado de eso.

Es más que evidente que nuestra sociedad tiene un problema con la homosexualidad. Es importante matizar que es la sociedad la que tiene el problema, y no al revés. Si ustedes no lo tienen, se habrán preguntando alguna vez ¿Y dónde lo ven los demás? Yo me lo he preguntado más de una vez. Hay un amplio sector que rechaza a las personas que mantienen relaciones con personas del mismo sexo, simplemente, porque les asusta lo diferente. Les molesta, les resulta verdaderamente incómoda la verdad de que pueda existir gente así, y les hacen el mundo más difícil de llevar. No traten de entenderlo, piensen que hay personas para todo.Otro fuerte rechazo proviene del que se siente acomplejado porque en realidad tiene sentimientos que le plantean dudas, y le supone más fácil el odio que la aceptación. Sin duda el núcleo más importante de rechazo es el proveniente de la Iglesia de Roma. No les dedicaré muchas líneas, pero sí cabe comentar que en este grupo caben los dos anteriores y además un fanatismo religioso que ni ellos mismos saben de donde se han sacado.

Con la homosexualidad tenemos el mismo problema que para muchas otras cosas: Establecer lo que es normal o no. Nos hemos habituado a establecer que algo es normal si es mayoritario, una lógica totalmente absurda en mi opinión. Creo que es una importante lección para todos los miembros de la sociedad el aceptar que cada cual es muy diferente al de al lado. No es más normal el señor que le gustan las señoras que al que le gustan los señores. Ni es una pervertida la señora a la que le gustan los señores y las señoras. No, a excepción de los que se meten en este asunto por modas o por despechos ( qué daño hacen al resto) todos han tenido un sentimiento en su interior igual de válido que el de usted. Así, y dicho esto, me gustaría tratar un tema especialmente clave: La adopción por parte de estas parejas.



Ya ven que me he saltado el asunto del matrimonio. Es tan evidente su derecho a ello que no hay debate para mí. Sin embargo, en las últimas fechas se ha montado un jaleo muy gordo en Francia por la posibilidad de adopción. Manifestaciones y reivindicaciones de todo tipo se han sucedido reivindicando el derecho de los niños a tener un padre y una madre. Incluso ha habido psicólogos que han optado por admitir que este hecho podría ser perjudicial para la eduación. Yo no soy psicólogo, ni experto en absolutamente nada. No obstante, daré mi opinión porque creo que el asunto no se está enfocando bien, o al menos cómo es debido.


Vivimos en un mundo bastante horrible. En 2013 años ha habido guerras de topo tipo, matanzas, masacres, hemos cometido auténticas locuras. La humanidad no ha dudado en echarse piedras contra ella misma, se ha dividido y se ha peleado hasta el fin de los días. Hemos tenido un Hitler. Y todo eso lo hemos hecho bajo el techo de la "familia tradicional". No, no estoy echando la culpa a esa familia de todos los problemas. Pero sí me atrevo a decir que con esos valores, esas normas, ese padre, esa madre, la cosa ha ido mal. Ha habido niños que han recibido una buena educación y otros una malísima. De verdad, sí comienzan a exisitir esas "nuevas familias" ¿La cosa podría ir a peor? Mi opinión es que no. Demos una oportunidad al instinto de las personas, al derecho legítimo de la humanidad de seguir el curso que ella decida, a condenarse si es necesario a la extinción. Pero si la causa por la que a esto se llega, es el amor, bienvenido sea lo que tenga que venir. Ya lo dijo Freddie Mercury: "Demasiado amor te matará".

lunes, 10 de junio de 2013

Sobre la violencia machista

En España hay un problema muy grande con la violencia de género. En España no hay una verdadera conciencia social acerca de la violencia machista. En España tenemos un grave problema endémico. Hablamos de España porque es el ente que nos resulta más cómodo a la hora de confeccionar estadísticas de esta índole (o de cualquier otra), pero ciertamente el asunto es de categoría más grande. Atañe a Europa. Y al mundo entero. No diré aquello de cómo puede ocurrir esto en pleno siglo XXI, en el año 2013... No, no va por ahí. Hemos decidido adoptar el rol de una sociedad en depresión, una sociedad que no cree en sí misma y una sociedad que no cree en sí misma es capaz de hacerse daño a ella y a cada uno de sus integrantes, porque no espera nada de ella. Por supuesto, este factor atañe a muchos más aspectos, además de a la burda violencia machista. Con la pasividad con la que nos han criado (añadan el prefijo mal- delante si lo creen oportuno) como conjunto, abrimos cada mañana un periódico, vemos la televisión o escuchamos la radio, y convertimos este problema en un asunto de cifras estadísticas, lo que con suerte nos provoca una mísera mueca de dolor. Sí, por desgracia hemos entrado en una espiral en la que todo se cuantifica, y eso hace que las desgracias pierdan su verdadera relevancia. 

Llevaba tiempo que me debatía entre escribir sobre esto o no hacerlo. Al final, el horrendo al que estamos asistiendo las últimas semanas, me ha llevado a ponerme a ello. No quiero asustar a nadie con datos espeluznantes, mas que nada porque eso es lo que llevan haciendo durante mucho tiempo los medios de comunicación, sin éxito alguno. Por tanto expondré mi punto de vista sobre el tema, sin más dilación. Mirándolo desde el punto de vista idealista y soñador (que como siempre me veo obligado a defender) que se tenga que hacer una distinción de violencia por géneros ya me parece bochornoso, surrealista y que nos debería hacer plantearnos muchas cosas. Ya saben que si algo caracteriza a la humanidad es ese absurdo sentimiento de pertenencia. De pertenencia a una nación, a una ciudad, a un pueblo de la mala muerte, sí, de mala muerte, a un equipo de fútbol, y hasta la pertenencia de ser hombre o mujer. Lo que sí hay que dejar claro es que nada de esto hubiera sucedido sin que en este caso uno de los "bandos", el del hombre en este caso, se portara como se ha portado. Ciertamente la generalización viene bastante bien para hablar del hombre del pasado, es una de las generalizaciones más justas que se me ocurren. Gracias a esos cromañones, estamos hoy donde estamos.

No será esto un reproche hacia nadie, aunque bien podría serlo. El caso es que hemos establecido unos bandos tan absurdos como innecesarios. No necesitamos una batalla de hombres contra mujeres. Aquí hay un problema de ciertos hombres contra demasiadas mujeres. Y hay que buscar soluciones. Pueden adivinar que yo no estoy de acuerdo con las soluciones que se han buscado hasta el momento. Más que no estar de acuerdo, es que me parecen frágiles e incompletas. Son soluciones de estar por casa, es la misma solución que propondría el que calza una mesa con un libro o pone un póster cuando aparece una grieta en la pared. Veo muy bien poner un número de teléfono a disposición de quien lo necesite, así como de endurecer las penas para estos tipos y perseguirlos hasta el fin. Pero, y ahora sí que me permitiré usar el tópico del año en el que estamos, no estamos en el oeste para que la solución sea perseguir forajidos pistola en mano, acribillarles o pedir precio por su cabeza.

Verán ustedes, yo soy un defensor a ultranza de cambiar el mundo a través de la palabra, de la información, de la comunicación, del talante. Tranquilos, no firma el artículo Zapatero. Creo en la educación como vehículo transformador. No concibo otro modo de solucionar este asunto que concienciar a la gente de que existe un problema gravísimo, de hacer ver a las nuevas generaciones, desde bien pequeñitos, del error que esto supone. Esto solo se consigue con trabajo duro, que en mi opinión tiene que venir desde una educación igualitaria y desde los medios de comunicación. Claro, algunos hablarán de una educación doctrinaria, que pretendo meter una idea a los niños en la cabeza... ¿Bueno, y qué? ¿Tan desagradable sería esa idea que evitaría muertes a diario? ¿No es precisamente un error haber dejado correr este tema, haberlo dejado al libre albedrío de la humanidad? Por desgracia la sociedad nos ha demostrado que necesita de una cierta guía. Precisamente ha sido en este área, en la educación, donde más recortes hemos padecido últimamente. Y no solo recortes, si no cambio total de la concepción que teníamos de ella, se vuelve atrás. Que nadie se asuste de lo que pueda ocurrir en un futuro.

 Para ir acabando, debo hacer una crítica a ciertos medios de comunicación. En general a cualquiera que se dedique a tratar sobre este tema. Algunos no son conscientes aún del papel educativo y de transmisor de ideas y conocimientos que tienen en las masas los medios. Teniendo en cuenta la problemática existente, no se puede consentir que en periódicos de tirada nacional se escriban cosas como ésta: Salvador Sostres "Deberían prohibir a las mujeres entrar en restaurantes de lujo". Lo que este individuo no sabe es que algún cretino se puede llegar a creer la idiotez que él acaba de soltar. Y si lo sabe, es lo peor de este mundo. Y por favor, como estudiante de periodismo, no me digan que no debo darle bola a este tío. Se la dejaré de dar cuando un periódico como "El Mundo" prescinda de sus servicios y ahorre así a cualquiera leerle. También quiero dar un pequeño "palo" a los que tratan este tema con una trivialidad que asusta. Claro ejemplo lo tenemos en Toni Cantó, que aunque pidió perdón, se apresuró dando unas estadísticas falsas acerca de las llamadas falsas por parte de algunas mujeres. Existen las llamadas falsas, las mujeres malas, y los casos en los que el hombre es la víctima. Pero centrarse en ese aspecto con la que tenemos encima, me parece del todo desacertado. Sí, por desgracia parece que esta tragedia no acaba de calar en la sociedad. ¿Que haría yo si fuera el responsable de dar las noticias? Dejaría de contar a las mujeres que mueren, de dar cifras vacías de vida, ya que además es incontable el número de mujeres que se suicidan o no les da tiempo a denunciar. Yo diría, dependiendo de caso, algo así: "De nuevo, un niño no tendrá con él a su madre nunca más", "Una joven soñadora dejará de soñar más", "Unos padres quedan desolados para siempre". ¿Sensacionalismo? No me vengan con esas, es la dura realidad. Solo poniendo nombres y apellidos, rostros y dolor, conseguiremos que esa chica no sea un dato más.

martes, 4 de junio de 2013

Sí, lo seguiremos intentando

A nadie le gusta estudiar. O, al menos, existe una inmensa mayoría para la que estudiar no es precisamente lo más agradable que hacer con su tiempo. Es necesario partir de esta premisa, aunque lo realmente importante serán los matices que le pongamos. Podemos encontrar muchas formas de presentar unos estudios a alguien. Mejor dicho, de transmitir unos conocimientos a alguien. Nunca lloverá a gusto de todos, siempre habrá alguien que encuentre una asignatura mejor, un profesor mejor, es segura la presencia de críticas hacia ciertas asignaturas, hacia ciertos puntos del aprendizaje que de poder saltárnoslos, todos lo haríamos. Serán comunes y constantes las preguntas de por qué estudio esto y no lo otro, de qué hago yo aquí, qué se me ha perdido a mí precisamente en esta clase. Las dudas corren por las mentes de los estudiantes, las inseguridades crecen, los miedos corrompen. Es desgarradora la forma en la que el panorama exterior invita a cualquier cosa menos a dar la cara y perseguir algo. Cualquier estudiante que ponga las noticias se verá tan deprimido que solo querrá salir de la cama.

"El destino está reservado para aquellos que creen en la belleza de sus sueños" ¿Tienen ustedes sueños? ¿Creen, en caso de tenerlos, que son sueños importantes? ¿De verdad creen en su destino? Saber agarrarse a lo que hay más escondido dentro de uno mismo, es simplemente lo que marca la diferencia entre el que fracasa y el que no. Salvando las distancias que caracterizan la realidad de un individuo y otro, para todos la carta de presentación es la misma. Y excepto que uno tenga una fuerza de voluntad sin límites y haya aceptado a lo largo de su existencia ser una máquina fría y robotizada destinada a llevar a cabo la tarea asignada, lo que salva, son los sueños. Cuando uno se levanta por la mañana, y tiene un largo día por delante, con trabajo, con exámenes, con sueño, con frío en las entrañas y en el alma, lo que le anima a salir de casa y ponerse a luchar, es amar y creer en lo que hace. Dificilmente me imagino mi vida sin ese hallazgo. Hace tiempo que hubiese claudicado. No me vería capaz de afrontar ciertas cosas sin la creencia ciega en que al final del camino hay algo.

Quizá esto sea algo que suena a dogma, o religión. Puede que la base sea la misma, aguantar todo lo que se venga, ya que tras ese sufrimiento, estará la preciada recompensa. Salvando las distancias, esa es la idea. Me atrevería a afirmar que esa pasión por lo que uno hace es casi más importante que las facultades previas, que la presunta inteligencia. Estoy plenamente convencido que tiene más posibilidades de triunfo aquel que tenga la mente centrada y concienciada, que el que la tenga dispersa, por muy inteligente que sea. 


¿Saben? Incluso los más fuertes de espíritu tienen caídas. Momentos en los que dejarían todo a un lado y dirían aquello de: "Que se pare el mundo que yo me bajo". Siempre existe y existirá ese momento en clase en el que todo se te cae encima, en el que cualquier conversación filosófica con el de al lado es más importante, ese instante en el que te dejas llevar, la dificultad te vence. Háganme caso, no hay nada imposible ni mal que cien años dure. Todos estamos capacitados para cosas mucho más grandes que esa. Siempre podremos refugiarnos en lo que nos llene de verdad, buscar huecos en nuestro tiempo para que un soplo de aire fresco nos recorra el cuerpo y nos diga que sí, que aunque suframos, lo estamos haciendo bien. Hay momentos que compensan absolutamente todo lo demás. Crean en lo que hacen. Crean en sus sueños. Y nunca dejen de intentarlo. Sí, seguiremos intentándolo.

"El 80% de lo que conseguimos en esta vida consiste solo en insistir" Woody Allen

viernes, 24 de mayo de 2013

Sangre amarilla

Existen elementos inherentes en nuestro paisaje diario y que solo con un gran esfuerzo conseguimos detectarlos. Son intrusos que se cuelan en nuestras vidas, pero sobre todo se introducen en nuestra retina y en nuestro subconsciente. A buen seguro notaríamos su ausencia, pero en cambio que sigan ahí lo vemos lo más normal del mundo. En ocasiones necesitamos un momento de paz, de ignorar lo que sucede a nuestro alrededor, de alzar la cabeza y observar algo tan bonito (al menos para mí) como es la dinámica de nuestro entorno. No es nada complicado, consiste en mirar, y volver a mirar, hasta percibir algo. Desde mi posición privilegiada (sí, estaba en el tren) visualicé un proceso, muy común, quizás demasiado, en cualquier parte del territorio español: Una máquina de construcción, con operarios trabajando.


Hay gente que me confirma que a lo largo de su vida no ha visto su ciudad ajena de obras. Una nueva acera, un arreglo del alcantarillado, un pavimento, pintar la líneas de la carretera, la construcción de una nueva edificación ( ya sean urbanizaciones, hoteles, apartamentos...) El caso es que llega un punto en el que la sociedad se ha visto completamente rodeada de unas máquinas amarillas, agujeros en el suelo, y ruidos molestos. Como si de un videojuego se tratara, uno debe de ir sorteando obstáculos cuando sale de la puerta de su casa, o en el caso de los conductores, con sumo cuidado de no caer en un laberinto sin salida en el caso de haber seguido unas lamentables indicaciones de los obreros, víctimas al fin y al cabo, a los que un pobre diablo ha mandado hacer un trabajo que no saben.

Si me han leído atentamente, habrán podido comprobar que para nada escribo esto tras una rabieta. No es mi intención hacer una crítica banal a una sector muy importante de nuestra economía. Pero no puedo evitar reflexionar acerca de los usos y abusos que hemos ejercido de ella. Todos conocemos la historia de la burbuja inmobiliaria, una de las principales razones por las que hoy estamos así. Y por supuesto la ley del suelo hecha por el gobierno de José María Aznar, ese que tan en boca de todos está ultimamente. Se dio vía libre sin reparo alguno para construir sin miramientos, sin pararse a pensar un momento si el lugar o el hecho en sí, era adecuado.

El problema viene más de fondo, y no es otro que el amiguismo y el clientalismo que siempre ha existido en España. Esa facilidad del poder para conceder permisos a diestro y siniestro, con la condición de poder sacar ellos algo a cambio. Y la construcción ha sido la gallina de los huevos de oro para esto. Para finalizar, una anécdota que quizás sea reveladora. Esta profesión siempre ha estado presente en la vida española. Mi padre tenía un juguete de una excavadora amarilla, creo recordar que yo también tuve algo así. ¿Con qué intención se fabrica ese juguete? ¿Acaso se hace algo parecido con alguna otra profesión? ¿Imaginan la cara que pondría un niño de hoy en día si le regalan eso? Es posible que esto sea lo que se nos ha querido inculcar desde siempre. Que para esto servimos, a esto nos tenemos que dedicar. Lo llevamos en la sangre.

miércoles, 15 de mayo de 2013

El Tren

El Tren. No el tren. Una mayúscula puede cambiar mucho en una palabra. Desde el significado que esta tenga, hasta algo todavía más determinante: la importancia que uno le dé. Yo he decidido poner un título sencillo a esta entrada. Es sencillo, pero curioso a la vez, ya que no he dudado ni un solo instante en que debía colocar esa "T", cuando ortográficamente no tenía por qué. Si lo hago es porque le doy un valor especial a lo que voy a contar. No pretendo con esta entrada crear opinión, no quiero convencer a nadie de ninguna idea por una vez. Quiero liberar pensamientos, compartirlos, compararlos con otros. Lo que quiero en definitiva es liberarme, y contar algo que quizá merezca la pena.


Me gusta el tren. Me gusta montar en tren. Es mi transporte favorito. "Pues que lo disfrutes" pensarán algunos. Creánme si les digo que esto va mucho más allá de simplezas o superficialidades. Voy a hablar de sentimientos, de símbolos. Hay ciertos elementos que solo por ser antiguos o haber caído en deshuso adquieren una atracción incomparable. Tenemos muchos casos. Encontramos gente que le sucede esto con las maquinas de escribir, a otros les ocurre con las radios antiguas y algunos apuestan por los vinilos. Supongo que es la moda "retro" que la llaman. A mí me pasa con los trenes, con los ferrocarriles. Veo la imagen que he colocado arriba de este párrafo, y he de decir que me conquista por completo. Lo entiendo como mucho más que un antiguo ferrocarril de mercancías o de pasajeros. Esconde algo más, un secreto oculto del que me vi enamorado por completo hace tiempo.

Si nos agarramos un poco a la historia, podemos observar la importancia que tuvo en nosotros. El tren fue un elemento clave a la hora de acercar personas, de acercar historias, de crear historias. Rompió fronteras, permitió avances inigualables hasta el momento, ayudó en todos los sectores laborales: en la minería, en el transporte de mercancías o en medicinas, incluso. Pero como ya he dicho, yo iré mucho más lejos. O al menos hasta donde yo soy capaz de llegar. Cuando para mí el tren comienza a adquirir algo de romanticismo es en el lejano oeste. De esto podrían hablarnos mejor nuestros abuelos y padres, que tantas películas de vaqueros habrán visto. Mi admiración es algo puramente estético. Muy visual, muy palpable. Esa tierra levantada, ese polvo que de estar allí se nos metería en el ojo de forma irremediable, miles de motas y de granos de arena, un sol infernal que preside la escena, golpeando fuertemente nuestas cabezas, que afortunadamente estarán protegidas por un sombrero, ese sudor que comienza a caer en alguna parte de nuestro cuerpo, cada cuál conoce la suya, esas botas que convierten el pie en una estufa y lo llenan de callos y heridas, esas corredoras del desierto que atraviesan las vías del tren sin mirar, sin temer al ferrocarril negro que avanza hacia la estación soltando un humo proveniente del inframundo, y esa bocina que anuncia su llegada.



Creo firmemente que lo que ha hecho grande a este "medio de transporte" es el entorno o contexto que le ha rodeado. Si en lugar de describir un tren llegando a una estación del oeste americano, lo hubiera hecho en medio del polo norte, las sensaciones no serían las mismas. Si tantos escritores no lo hubieran utilizado de la forma que lo hicieron, sería otra cosa. Si tantos directores de cine no lo hubieran utilizado como elemento clave en sus filmes, sería otra cosa. Si, en definitiva, los encargados de crear belleza a través del arte, no lo hubieran adorado, sería otra cosa. En mi opinión, el tren es la forma de viajar de los soñadores. Los soñadores. Todos los "creadores" citados anteriormente lo fueron. Y que a nadie le queda ninguna duda, que para que ellos decidieran usarlo como metáfora en sus creaciones, explotarlo hasta la saciedad, primero de todo, fue importante en sus vidas. Les marcó, allí conocieron a su amor, o simplemente vivieron momentos que quedarán grabados en su retina para siempre. Sí, el tren es algo muy parecido a la vida misma.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Hasta aquí podíamos llegar

Es por todos bien sabido que la distancia es uno de los factores más clave y que delimitan con más fuerza y precisión nuestras vidas. Estamos cansados de ver, oír, leer, a lo largo de nuestra propia historia, multitud de otras muchas en las que se alude a ella como un problema. Como una barrera. Amores que se truncan por la distancia de los enamorados. Familias que se ven obligadas a separarse, y la distancia les hace sufrir. Ya lo decía Marco: "No te vayas Mamá, no te alejes de mi ; adiós Mamá , pensaré mucho en ti". Nos cuesta asociarla como algo positivo. Esto se debe principalmente a que nunca la asociamos con nuestro enemigo, ni siquiera nos lo planteamos. Solo echamos de menos a quien queremos. ¿Qué incidencia tiene esta separación en el periodismo? De lo que aquí reflexionaré no es de distancia física, si no mental. Les explico ahora.



Siempre ha sido un tema candente, de eterno debate, de dilatada opinión, la separación que debe tener el periodista con el tema que trata o con la persona a la que se acerca. Como digo, multitud de ensayos, escritos por expertos en la materia - en el periodismo quiero decir- han tratado de aclarar y precisar la cuestión. ¿Es bueno para un periodista ser amigo de un político? Y cuando hablamos de un político, simplemente queremos decir una fuente de información, esta vez elevada al máximo exponente de importancia. ¿Es buena esa costumbre de irse a tomar un café con tu confidente? En mi opinión es aquí donde se ve al informador de verdad. Ese que no tiene reparos para decir que "No". Bien es cierto que la cercanía con el entorno debe ser un objetivo claro para el profesional, pero no a cualquier precio. Se ven enfrentadas dos posturas. ¿Es preferible ser buen periodista o buen amigo? En la moral de cada uno está la respuesta de lo que se debe hacer. Si no te gusta el café te ahorrarás muchos problemas.

No quiero incidir solo en la distancia con el personaje. Me parece muy interesante la relación de alguien con lo que cuenta. Y aquí además de al periodista, incluyo al escritor. Si partimos de la base de la honradez, considero que aquí la distancia -poca- simplemente puede ser algo positivo. Sentirse identificado con un tema ayuda a comprender, a valorar, a razonar, a contar las cosas en su justa medida. Ponerse en el lugar del otro facilita contar los hechos de la forma más real posible. Si el asunto te emociona, te toca la fibra, serás el mejor capacitado para construir una historia preciosa. Aquí entra el juego el trabajo del escritor. Creo firmemente en que ninguna historia, por muy inventada que sea, por mucho que se ponga a un extraterrestre como protagonista - quiero poner como ejemplo lo menos real posible - estará exenta de una parte, quizá muy íntima, de su creador. Lo que mi corta experiencia me afirma totalmente es que la escritura libera como lo hacen pocas cosas en la vida, que para iniciarse en este campo no hay mejor forma que vaciar tu ser por completo en forma de palabras ordenadas, una detrás de otra. La distancia entre el escritor y el escrito es fundamental, y cuando digo que es fundamental, no quiero decir que tenga que ser mucha, si no que uno debe ser consciente de si es mucha, poco, o si existe realmente. Uno debe calcularla y adaptarla... ¿Hasta aquí podíamos llegar? Eso solo lo sabe uno mismo.

lunes, 15 de abril de 2013

Lo entendible y lo justificable

Entramos en terreno fangoso. Nos metemos en camisas de once varas. Esas expresiones y otras muchas son las que podemos usar cuando tratamos un tema que concierne a la moralidad humana. Lo que está bien y lo que no. Lo que la sociedad considera adecuado, lo aprueba, lo ve como algo realizable y aprobable, e incluso plausible; y lo que detesta, lo que ve atroz, y le da miedo, lo que le provoca pánico solo de pensar que se pudiera llegar a dar. Lo que es importante señalar y conocer bien, es que las cuestiones morales es algo muy cambiante, por mucho que los dogmas digan lo contrario. Podemos hablar de un relativismo moral -no confundir con el relativismo cultural- que nos hace ver que no existe una moral universal y eterna. Todo depende del cómo y del cuándo. Del por qué y del quién. Un problema grave que tiene nuestra sociedad es que no sabe situar las cosas en su contexto. Ver los hechos de una forma aislada priva de esa coraza, ese envoltorio tan importante. Un pez es eso, un pez, mientras está en el mar, mientras que si lo sacamos fuera de su hábitat deja de serlo para convetirse en pescado. Lo mismo sucede en nuestro día a día. Hay que diferenciar el pez del pescado.


Sí, el asunto fundamental por el que escribo esto es por los escraches. Por toda la polémica generada alrededor de ellos, el ruido terrible que están produciendo en los medios de comunicación -lo que es señal inequívoca de su éxito- y por el debate surgido: ¿Son adecuados? ¿Son democráticos?. Hemos podido encontrar opiniones de todo tipo, desde la izquierda más radical que puede llegar a defender la violencia como método de extorsión, hasta la derecha más reaccionaria, en la que pongo como cabeza visible a María Dolores de Cospedal, que ha calificado esta práctica como "nazismo puro". Por supuesto siempre encontraremos opiniones más moderadas, a medio camino entre el blanco y el negro. Pero ahora intentemos hacer un ejercicio de imaginación -espero que usted que lee tenga que hacerlo y no simplemente mirar su presente-. Póngase en la situación de una persona que ha sido engañada. Que como consecuencia de este engaño ha perdido su hogar. Imagine su vida sin la seguridad de su casa. Además, de todo esto, le culpan de una situación que no ha generado, y en lugar de tenderle la mano le hacen todo más difícil. Ah, y le llaman terrorista o nazi. Cuando haya conseguido asimilar esto, siga leyendo.

Hace tiempo aprendí una enseñanza que ma parece básica para comprender lo que nos rodea. Hay hechos que a lo largo de la historia no podemos calificar como buenos o malos. El baremo que hay que utilizar es otro. Se debe usar el de lo entendible y el de lo justificable. Les pongo un ejemplo. Hoy en día nadie vería lógico quemar una iglesia, al menos nadie en su sano juicio. Sin embargo, fue una práctica habitual durante un período -malísimo- de nuestra historia. ¿Que estuvo mal? Sí, sin duda. Pero poco importa si estuvo bien o mal. Lo que realmente hay que valorar es que era entendible, perfectamente comprensible que un campesino se levantara en armas para defender lo suyo. Que estando en su situación, explotado por unos religiosos que no se representaban ni a si mismos, un pobre hombre, que se moría de hambre y veía morir a su familia, hiciera algo "malo" para una persona del año 2013. Sí, para mí es entendible.

No obstante, y volviendo al tema de los escraches, he de decir un par de cosas. Para mí hay muchas cosas que no son justificables. Para mí, no es justificable que en un escrache se llegue a la violencia, ya que no lo considero necesario para el objetivo que persigue, y además les despoja de cualquier razón. Para mí, no es justificable que desde la misma política no se dude de criminalizar a la gente que lucha por lo que es suyo, más aún cuando lucha por la inoperancia que ofrecen ellos en su cargo. Y hay cosas que aparte de no ser justificables ni entendibles, no son admisibles bajo ningún concepto. Echar más gasolina al fuego con ciertas declaraciones puede ser muy peligroso. Peligroso para los de arriba, sobre todo, que parece que no se dan cuenta de que su poder se tambalea a pasos agigantados, y que cada vez es menos la gente que agacha la cabeza o se sobresalta cada vez que alguien "mea fuera del tiesto". Cuidado.

miércoles, 10 de abril de 2013

Enrique Ortiz: El puro que contamina la realidad


Nos encontramos en un proceso de nuestra historia contemporánea en la que la justicia es protagonista. Puede que esta relevancia la comenzara a tomar desde que el monarca Juan Carlos I lanzara al aire una premisa tan impactante como lógica, por otra parte: Tomos somos iguales ante la ley. El otro punto que completa este círculo es la imputación de la Infanta Cristina por el caso Nóos. Pero este no es el único proceso judicial abierto de gran calado, por desgracia hay mucho más. Lo podemos observar con Gürtel, los ERES en Andalucía, los sobres de Bárcenas, las cuentas en Suiza de la familia Pujol, y, a nivel más local, pero no menos importante, el caso Brugal, que afecta directamente a Enrique Ortiz. Con este panorama no es de extañar que la ciudadanía valore la corrupción como una de sus máximas preocupaciones por detrás del paro. Sin embargo ponerse a analizar todos estos casos sería tan aburrido como improductivo, y ya que aprendí de un maestro como Woody Allen que de lo más cercano y particular se obtienen las teorías más universales, me centraré en el individuo que tienen ustedes al comienzo, fumándose un purito. Además, la actualidad me respalda.

Digo que la actualidad me respalda porque hoy se ha conocido que el Consorcio del Plan Zonal de la Vega Baja ha adjudicado la gestión de los residuos a Enrique Ortiz para los próximos doce años. El resultante final de la operación permitirá ganar al empresario de Alicante la friolera de 500 millones de euros. Lo sorprendente -o no- es que la empresa de Ortiz ha sido la única que ha optado a encargarse de dicho servicio, no ha tenido competencia alguna. Poniéndonos en antecedentes comprenderemos que esta situación no es novedosa en absoluto. Enrique Ortiz ha sido durante más de una década el máximo accionista del Hércules CF, haciéndose cargo como favor personal al entonces alcalde de Alicante Luís Díaz Alperi. Se le permitió la recompra del estadio José Rico Pérez, con unas condiciones en el contrato incumplidas posteriormente (se reflejaba entre otras cosas la obligación de una reforma total de la instalación que solo ha sido parcial y ridícula, como podemos ver en el deterioro de los focos de iluminación). También hay que señalar le fue concedido un préstamo de 18 millones de euros por parte del IVF el cual no ha sido devuelto ni se ha aclarado su destino. 

Además, este empresario -es mucho más- se encuentra imputado en el caso Brugal.Todo proviene de su amistad con la alcaldesa de Alicante Sonia Castedo, y la ventaja que ésta supuestamente habría proporcionado a Ortiz a la hora de conocer los cambios en el PGOU - Plan General de Ordenación Urbana-. Esta información es la que habría permitido que Ortiz pudiera acceder preferentemente a ciertas concesiones para sus empresas. El plan Rabasa, la construcción de Ikea, son polémicas que se hacen eternas en Alicante. Por todo esto no es extraño que sea un personaje reconocido en la ciudad , sobre todo si añadimos su curiosa personalidad: es prepotente, no duda en pavonearse de su éxito y sus supuestos logros, de lengua fácil, habla antes de pensar, lo que podemos calificar como un bocazas.

Así, es hora de analizar qué es Enrique Ortiz, qué genera su figura, y en especial por qué existe. Empezaré por el final. Ortiz es un residuo de la democracia española. Puede que algunos lo consideren un legado de antaño, de la época de los caciques, o una herencia de una larga dictadura. No obstante, yo le considero una figura formada a la par que el nuevo comienzo que dio España en 1978. Es un figura paralela a Jesús Gil, ya desaparecido, que dio paso a otros como Julián Muñoz o nuesto protagonista. Y si creo que es producto de lo peor que puede dar nuestro sistema es porque vive amparado por las instituciones. El del purito no necesita vivir al margen de la ley, no necesita llevar gabardina, sombrero y camuflarse. Es un personaje público, que se pavonea delante de todos sin miedo o complejo alguno.

Cuando un trabajador normal y corriente se levanta por la mañana y escucha o lee la noticia de las contratas de basuras, pierde la confianza en el sistema. Por eso es tan perjudicial la existencia de Enrique Oriz, porque al margen de si ha cometido algún delito o no, aparte de ese supuesto daño, rompe totalmente la conviviencia. Contamina la sociedad. Este caso es aplicable a cualquiera de más envergadura, a cualquiera de los muchos casos que hay a nivel nacional. Alguno se pregunta si Enrique Ortiz se presentaría a alcalde. Es obvio que no, y lo peor de todo es que no lo necesita. Como hemos dicho antes es capaz de estar sin estar, de decidir sin tener el voto de nadie para hacerlo. La capacidad de poner en duda todo y contaminar la realidad.

viernes, 5 de abril de 2013

Homenaje al cine, y a los que aman lo que hacen


No sigan leyendo si no le han dado antes al play. Sin duda alguna lo que yo pueda escribir a continuación no está a la altura de lo que esa música les puede ofrecer. Les recomiendo que si deciden seguir leyéndome, lo hagan al compás de lo que ofrece Ennio Morricone. Yo escribo estas líneas con esos acordes de fondo. Se trata, como ya habrán podido imaginar, u observar, de la banda sonora de 'Cinema Paradiso'. Comenzaré indicando que la música está a la altura de la película, y eso es mucho. Pónganse cómodos.

Les confesaré algo. A la hora de pararme y escribir sobre una película, he de hacer un esfuerzo bestial por buscarle defectos. Esto se debe a que si me digno a escribir sobre ella, es que me ha cautivado, me ha sorprendido y gustado mucho. Sí, 'Cinema Paradiso' me ha encantado, y como no quiero ser predecible me he estrujado los sesos en buscarle las cosquillas. Lo que primero se me ha venido a la cabeza es que no es una película difícil, que presente un entramado complejo para el espectador. Es más, podemos decir que está hecha a la medida del que se sienta a verla, como un traje a medida, para que le siente bien, cómodo y sin errores de costura. Cuidado, algunos pueden considerar esto como todo lo contrario a un defecto, lo que deja a las claras que la altura de la película es incuestionable.

Así, les hablaré algo de la narración y del argumento. Me ha agradado especialmente la forma de contar los hechos, con retrospectiva. Todo comienza con nuestro protagonista ya adulto, que recibe la noticia de la muerte de un tal Alfredo. Será esto lo que le lleve a recordar su pasado, su infancia, su pueblo, su cine, a él. Y nosotros lo recordaremos con él, en una visión que emociona desde el principio. Al principio la relación de Totó -nuesto protagonisya- con Alfredo me recordó a la del niño de 'La lengua de las mariposas' con su maestro. Este hombre que hará de su guia particular es el encargado de poner las películas en el cine del pueblo. Cuando digo que será su guia, me refiero tanto a la hora de enseñarle su oficio, como en la vida. Es digna la evolución del trato entre uno y otro, que llega a un cariño y respeto mutuo incuestionable. En la película hay una historia de amor presente, pero lo siento, a mí no me ha llamado la atención especialmente.

Pero ante todo, 'Cinema Paradiso' es una película de homenajes. Como he dicho antes, no pretende ser complicada, sino dar gustazos. Homenajear a esos currantes que se pasaban horas y horas con una dura manivela para que la gente pudiera ver las películas. Homenajear a los que lucharon contra la censura en las películas -aquí se da un verdadero homenaje al final-. Homenajear al cine en general y en particular, a todos esos clásicos, a los actores, actrices y directores, al cine como espacio y también, como medio de vida. Al cine como sentimiento, como arte, como música, como talento. Y por supuesto, es un gran homenaje a los soñadores, a los que hacen lo que aman, a los que tienen la bendita suerte de ejercer en la vida lo más les gusta con una sonrisa en los labios. 'Hagas lo que hagas, ámalo' es el aprendizaje que nos podemos llevar de 'Cinema Paradiso'.

viernes, 29 de marzo de 2013

Sombras


Hay artículos que decides escribirlos sobre la marcha, porque los consideras interesantes, de actualidad, notorios y que pueden ofrecer un punto de vista particular. Otros, como el que estoy comenzando a escribir, te vienen con una fuerza e impacto sobre ti mismo que no te ves en otra opción que darle contenido y forma. Como diría Juan José Millás "se cruzan violentamente en tu existencia". Te arrollan y en ocasiones -como ésta- uno se ve en la tesitura de tener que ordenar sus ideas. Por esto, escribir estas líneas me ha llevado más tiempo del que creí en un principio. Pero he de decir que si ha sido así es porque necesitaba madurar mi visión y, cuando ya estuviera lo suficientemente formada, dejarla caer del árbol de mis ideas directamente hacia mis dedos y que rodara camino de algo más real. Sombras de una realidad.

Lo que me ha inspirado -y me inspira- para ponerme en marcha es la imagen que pueden observar al inicio. Yo lo he llamado imagen como la podría llamar fotografía, pero sin duda es mucho más. Como mínimo, se trata de mi visión. Y es que ésto es lo que vieron mis ojos cansados y mañaneros cuando giré la cabeza en mi clase de la universidad. Aparentemente, no se trata de nada destacable. Cuatro cazadoras de cuatro estudiantes. Dos pertenecen a dos chicos, y las otras dos pertenecen a dos chicas. Dos son más grandes que sus compañeras. Si nuestra ocupación es describir objetivamente la imagen poco más podemos añadir.

Sin embargo, yo vi bastante más. Mucho más. Me vi en la necesidad de fotografiar la escena. De preguntar a mis compañeros qué veían ellos ahí. Nada, era su respuesta. Quizá estaba loco, pero a mí me transmitía algo único. Y como me han dicho más de una vez que la mejor forma de saber lo que uno piensa es escribiéndolo, a ello voy. Lo que primero me llamó la atención fue la negritud que transmitía la escena. La profunda oscuridad que presentaban esas chaquetas. A continuación lo relacioné con el luto. Y ciertamente no me pareció descabellada la idea. Tal y como estos días de Semana Santa se vive un luto profundo en muchos sectores creyentes de nuestra sociedad por la muerte y resurrección de Cristo, yo vi perfectamente a aquellos alumnos yendo de luto a clase. 

Sí, vi el luto, vi la decepción y la tristeza de una enseñanza que también se ve sacrificada por los hombres al igual que Cristo se vio rechazado, traicinado y sacrificado-salvando las distancias, que no se me enfaden los creyentes-. Creo que llegué a ver a los alumnos colgados de las perchas, quizá ahorcados o crucificados. Todavía no tengo claro si alguien les puso en esa posición o fueron ellos mismo los que decidieron cortar por lo sano. O puede que me equivocara, no lo sé, y viera a las chaquetas de los alumnos de luto mucho más vivas que la mayoría de estudiantes que ocupaban la clase en ese momento, más muertos que cualquier otra cosa. Las chaquetas se ven alicaidas, decepcionadas, con los hombros muy bajos, como sin moral alguna. No pude evitar ver en ese momento la rutina, lo que supone el repetir una misma acción un día tras otro, semana tras semana, mes tras mes. 

Vivimos en una sociedad de sombras. Es triste decirlo, pero considero que nos encontramos más sombras que luces. Que en la escala de grises casi siempre estamos más cerca del negro que del blanco. Es posible que precisamente que yo de por sentado ésto sea lo que me lleva a ver algo más en esta imagen. Al fin y al cabo, lo que yo he escrito -o mejor dicho, lo que yo he ordenado en mi mente- no es otra cosa que una deformación de la realidad. En la realidad, es una imagen de cuatro chaquetas negras. O al menos eso es lo que nos han enseñado como realidad. No obstante, para muchos es difícil quedarnos en ese preludio de visibilidad. Sombras de una realidad.

martes, 12 de marzo de 2013

Sobre dictadores, dictaduras, y derivados

Hoy trataré uno de mis temas bandera, preferidos, de los que al menos en mi entorno más cercano se comenta largo y tendido, sin llegar a una conclusión clara, y un tema que en mi profesión (la que estudio, al menos) no termina de quedar claro. Y si no queda lo suficientemente nítido para los lectores es debido a que los que son encargados de difundirlo (periodistas, para más inri) lo tratan de una forma un tanto pasional, sin pararse un momento a mirar si la razón está de su parte, o no. Me refiero a catalogar a un líder político de dictador, o de no hacerlo. Es un debate que viene a coalición con la muerte del... ¿dictador?...¿revolucionario?... no me meteré en líos, del venezolano, Hugo Chávez. Su fallecimiento ha dado para un análisis periodístico buenísimo acerca de cómo emplear el lenguaje en función de los intereses propios. Aunque, es necesario decirlo, en la prensa española no se ha dudado de casi todos los diarios generalistas de tildar a Chávez como "caudillo".


Antes de nada, me gustaría dejar a un lado la opinión y centrarnos en interpretar. Y lo primero que quiero señalar es que es posible que exista esta confusión por la ambigüedad que nos ofrece el diccionario en su definición de dictador: 1. m. y f. En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación jurídica.2. m. y f. Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás. 3. m. Entre los antiguos romanos, magistrado supremo y temporal que uno de los cónsules nombraba por acuerdo del Senado en tiempos de peligro para la república, confiriéndole poderes extraordinarios. Teniendo en cuenta la primera definición, no solucionamos mucho, dense cuenta...¿Cómo recibe esos poderes políticos? He ahí el quid de la cuestión, y la RAE no nos la soluciona. Después, la segunda definición deja un abanico de posibilidades demasiado amplio, y la tercera es simplemente un apunte histórico. Así, no debe ser una sorpresa que en el ámbito periodístico se abuse de este vacío de poder (y eso que estamos hablando de dictadores) y el término sea tratado como venga en gana, en función de ideologías, que nada debería tener que ver.

¿Fue Hugo Chávez un dictador? ¿Lo es Fidel Castro? Algunos me dirán que sí, que cómo puedo siquiera preguntarlo. Otros me dirán que no, que son héroes, que cómo puedo siquiera preguntarlo. Bueno, mi oficio es preguntar. Y también intentar responder algunas de éstas preguntas. Veamos, a mí me cuesta dar legitimidad a un gobierno, a un líder, que no ha sido elegido por sus ciudadanos. Por muy noble que sea su empresa, no creo en el todo vale. Según esta premisa, Castro es un dictador, Chávez no (por mucho que se empeñen algunos, no se puede demostrar que haya ningún amaño electoral). Ahora bien, debemos tener unas cuantas cosas, en relación al líder de la revolución bolivariana. Quizás su llegada al poder no ha sido a través de la violencia, pero una vez en el cargo, sus prácticas han sido más propias de una dictadura a la vieja usanza que otra cosa. Me refiero a sus prácticas caciquiles, a su división del pueblo de Venezuela, y a su terrible censura periodística (hoy tenemos la noticia del cierre del último medio opositor al chavismo).



Por tanto, en este ambiente, es lógico que Hugo Chávez ganara tantas elecciones consecutivamente. Es posible que no sea una dictadura, su régimen, pero tampoco un democracia al uso. ¿Y lo nuestro es una democracia al uso? Me contestarán algunos. Pienso que "lo nuestro" es una democracia con tantos fallos que sería imposible enumerarlos, pero una democracia, por desgracia en España sabemos bien lo que sí es una dictadura. Para ir acabando, ya que tampoco quiero soltar una parrafada, comentar dos actitudes que me provocan una especial rabia, para mí no son justificables. La primera viene en relación a esto último. Sí, personas, que solo porque las cosas van mal, se les llena la boca para hablar de dictaduras, cuando no tienen ni idea de lo que puede ser sufrir una de ellas. La segunda tiene que ver con las ideologías. Basta ya, sobretodo entre gente profesional, de usarlas como trampolín para calificar a alguien de dictador, o de no hacerlo. "Si es socialista, no puede ser una dictadura", he llegado a escuchar. Y si es un problema de lenguaje, tiene fácil solución, se buscan nuevas acepciones, para hablar de democracias imperfectas, de dictaduras de carácter sociliasta, o de repúblicas baneneras. Y que hablar sobre dictadores, dictaduras, y derivados, no sea tan complejo. En los derivados está la clave.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Django es arte, Django es cine

Hoy toca hablar de cine. Sí, hoy nos olvidaremos de esa tediosa actualidad por un momento, o al menos me permitirán que lo haga yo. Si continuan leyendo lo harán conmigo. Como decía, hablaremos de cine. Hablando de cine, quería antes de empezar comentar la buena impresión que me dio ver un lunes a las 19:00 una sala de cine con bastante gente. Me consuela que a estas alturas, con la que está cayendo, aún quede gente dispuesta a sacrificar (o aprovechar) parte de su preciado tiempo en cumplir esa vieja liturgia de acudir a una cita con ese arte de hacer cine. Y, si como fue en mi caso, es para ver una película como Django, mucho mejor.


Django te llama la atención desde el principio. Sea la película de tu vida o algo decepcionante para ti, sin duda te impactará. Y esto no debería sorprender si se tiene en cuenta que el director es nada menos que Quentin Tarantino. Y claro, este genio no puede dejar indiferente a nadie. Con Django lo ha conseguido.
Con esta música empieza la primera escena. Pensé que no era posible dar comienzo a una historia de mejor forma posible. Tarantino sabe controlar los tiempos y es conocedor como nadie del uso de la música en el séptimo arte. La banda sonora de Django es de lo mejor que escuchado en los últimos tiempos, llegando a un punto de tener la necesidad de buscarla tras ver la película. Sin embargo, según lo veo yo, en el truco de lo que he comentado antes, saber intercalar las canciones, ser consciente de cuándo sobra y cuándo viene de perlas, está la gracia del asunto. Estamos todos cansados de películas en las que te toca padecer todas y cada una de las escenas con una banda sonora repelente de fondo, únicamente para dar algo de brillo a una secuencia que sobra y que, cabe decirlo, no aporta absolutamente nada. No es el caso, aquí se nos presenta como el auténtico hilo conductor. ¿Quién quiere un narrador en prosa, si alguien te lo puede contar cantando? Un acierto total.

Djando es música. Pero también es imagen, es color, es impacto. Tarantino busca impresionar. A algunos les parecerá exagerado, incluso desagradable. No es mi caso, a mi me fascina la forma en la que busca captar tu atención. Es capaz de crear un contexto en el que a ti (insisto en que hablo según mi visión y mi gusto) no te importa ver más sangre de la habitual, por poner un ejemplo. Y al ver que lo consigue exitosamente trata de explotar esta técnica de una manera bestial, por lo tanto, no es raro encontrarse escenas muy sangrientas, exageradamente sangrientas, algo "gore", lo admito. No obstante, creo que en un tiempo en el que en el cine los efectos especiales están sobrevalorados (para mí, al que cada vez le impresiona menos nada, ya que uno cree que con un ordenador hoy en día ya se puede conseguir de todo), podemos encontrar algo muy distinto, un uso no abusivo de dichos efectos, que buscan algo concreto, más allá del "Qué guapo ha estao eso loco" que aportar, no aporta mucho. Al menos al cine.



Y claro, sería un error por mi parte no nombrar que Django ha sido galardonada con el Oscar a Mejor Guion Original. Muy merecido, por cierto. Aprovecharé esto para contar algo del argumento de la película. Para empezar, una historia del oeste a mí ya me gana. Tiene que ser muy mala para que no me guste, ya que el ambiente que se nos muestra en la América tan particular de esa época me parece autenticamente precioso como escaparate para cualquier relato. Pues bien, Tarantino consigue contar una peli del oeste de una forma precisa, única. Satiriza, es muy burlesco todo el tiempo. No es del género humorístico, a pesar de todo. Tampoco es un drama, ni una peli de vaqueros. Simplemente trata de contar una historia que perfectamente pudo ser real de la forma más espectacular posible, moldeándola a su gusto y obteniendo un producto de mucha calidad. Para concluir, destacar el trabajo de cuatro actorazos. Jamie Foxx (Django), Leonardo DiCaprio, un señorito que nos sonríe con una boca muy particular, Samuel L. Jackson, su personaje, un mayordomo negro, que hablaba como un blanco, programado para no mirarse en el espejo nunca quizás, sometía a los suyos de una forma tan graciosa como horrenda, y, en especial, Christoph Waltz, cuya interpretación la ha valido un Oscar al Mejor Actor Secundario. Otro personaje que no dejará indiferente a nadie, gran trabajo personalizado en él que resumen el sentir general de Django. Django es arte, es cine.