La Milla Verde puede que hable de la injusticia pero,
ante todo, explica que a veces la tragedia va de la mano de la virtud. La
historia de John Coffey se puede ver como la de un gran error, pero va mucho más
allá. Es la paradoja del héroe, del Dios, del que está tocado con una varita, y
que a pesar de su enorme don, es eliminado.
Sí, es eliminado y como siempre aviso de que para
explicar el libro tengo que contar detalles importantes. John Coffey llega al
pasillo de la muerte tras ser acusado de la violación y asesinato de dos niñas.
Fue encontrado con ellas en los brazos, mientras este negro de dos metros
lloraba desconsoladamente y aseguraba: “No pude evitarlo”.
Así arranca la La Milla Verde, que es como llaman al
pasillo de la muerte. La historia está situada en Estados Unidos, en el año
1932. Aunque, realmente, la narración es un flashback contado por el que creo
que es el verdadero protagonista a pesar de John Coffey: Paul Edgecombe, el
jefe del bloque E, pasa sus últimos días en una residencia de ancianos y se
decide a contar su vivencia con Coffey.
Creo que Paul es el verdadero protagonista, no solo
porque en él caiga la narración y el punto de vista de los hechos, sino porque
es sobre el que cae el peso de la historia. No sé si hay un héroe, un villano,
o tan solo una persona corriente en este hombre, pero desde luego, hay una buena
persona.
Las grandes decisiones de la historia caen en él. Los
grandes descubrimientos, son suyos. El que queda más marcado el resto de sus
días, es él. La Milla Verde, a través de Paul Edgecombe, nos da una lección de
vida. Nos muestra a las claras lo jodido que es tomar decisiones difíciles, nos
enseña la cara más amarga de las pérdidas, nos habla de que los seres queridos
se van. Sin más, se van, le pongamos la trascendencia que le queramos poner.
Nos recuerda que somos finitos y que un día nos iremos.
Uno lee el libro y siente que este Paul es un buenazo,
como decía. Esta novela también habla de malos y buenos. A diferencia de otros
relatos en los que se opta por complicarnos la visión entre el mal y el bien y
presentarnos un escenario de grises, en este caso los personajes están muy
polarizados. Estén detrás o delante de las rejas. Gracias al mensaje que
Stephen King imprime sabemos qué papel va a jugar cada uno en la historia.
Por supuesto, con John Coffey nos pasa esto. Una
persona que ha leído el libro recientemente me dijo que es Jesucristo. Más allá
de creencias religiosas, la similitud radica en la capacidad milagrosa de ambos
y en el cruel final que comparten. La humanidad no está preparada para estas
presencias, no sabemos si por maldad o por incompetencia.
Es difícil precisar si es una historia que hable de la
vida o de la muerte. Al fin y al cabo, son dos caras de una misma moneda. Es
curioso como unos hechos que suceden en el absurdo y terrible pasillo de la
muerte pueden decirnos tanto sobre la vida. A veces, es más oscuro el mundo que
hay fuera de ese lugar que las propias tinieblas que llevan a la silla
eléctrica.
Los seres humanos tenemos un don y una condena:
conocemos la muerte. Otros animales, no la perciben hasta que se producen. Por
tanto, no la temen. Por el contrario, no pueden luchar por evitarla, como
hacemos nosotros. El pasillo de la muerte es una metáfora de nuestra vida y
ahí, cada uno decide cómo lo quiere recorrer.