sábado, 10 de agosto de 2013

No me hagan mucho caso

Bajo un sol de justicia me encontraba esta mañana, en pleno centro, con el verano dándome más fuerte que nunca en la nuca. Llevaba en la mano A sangre fría de Truman Capote. Lo había comprado a raíz de fascinarme por la historia del escritor y el proceso de creación de la obra, algo que por cierto recomiendo seguir a todo el mundo. Sin embargo, sería un poco más tarde cuando me diese cuenta de por qué necesitaba tener ese libro, justo en ese momento. Sí, necesitaba el primer relato de "no ficción". Confiaba en que al poder leer una novela que en realidad se trataba de unos hechos reales perfectamente construidos para el gran público, yo pudiera conseguir en ese momento el efecto contrario. Sí, que la realidad que me rodeaba, fuera ficción, una mera novela. Y no se crean que busqué este efecto por voluntad propia, no, mas bien era una cuestión moral, lo que a la larga era y es para mí y para todos una cuestión de supervivencia.

Evasión. Puede que alguno piense que es una solución cobarde, pero en ocasiones no tenemos otro remedio que ser ajenos a nuestra realidad. Y esto no significa no sufrir, no padecer, si han pensado que es una solución fría se equivocan, es una solución hecha a medida para los que nos vemos atrapados por esos problemas que son a la vez tan mundanos como imposibles de erradicar. Mientras ese sol entrecortaba mi perspectiva, y mi libro me daba ese poder mágico de intercambiar realidad y ficción, me veía atrapado por la banda sonora de nuestras calles. Y es que me gustaría comentar sin ninguna frivolidad el aumento considerable de hombres sin hogar, vagabundos, gente sin casa, sin familia, enfermos, personas sin recursos que hay en nuestro día a día. Ya no es posible salir a la calle sin toparse con más de dos y de tres rostros que representan la cara oculta de nuestra sociedad.

Por suerte hoy, yo tenía mi arma, mi novela. Pero no es oro todo lo que reluce. A sangre fría había actuado cómo el bisturí del padre de Millás (abría la herida y la cicatrizaba al mismo tiempo). Sin duda en ese momento el hecho de tener una novela en mi mano, y el hombre que me pedía no tener más que un cartón, me hizo sentir miserable. Hizo que me replanteara hasta que punto yo y todos sacamos de quicio problemas, que no sé cómo nos atrevemos a llamar problemas. Pero no se equivoquen, no pretendo juzgar aquí a cada uno, no, más bien esto es una confesión, para que me perdonen a mí y a todos los que usamos después lo que abrió la herida (en este caso un libro, pero también puede ser una película) como método de escapada, de huida de la realidad.

A partir de este momento cada vez que encuentre a mi paso un elemento de nuestra sociedad que no me guste especialmente, haré el proceso contrario que Truman Capote. Novelizaré cada realidad que merezca ser ficticia e imaginaria. Porque ya saben, en nuestras calles nos podemos topar con indigentes, y con el otro extremo de la raza humana: Chicas que no superan los quince años y llevan unas horrendas camisetas de baloncesto (de imitación por supuesto) y que dejan por los suelos el número que Michael Jordan hizo grande, el 23. Aunque he de confesarles algo, el genio Jordan también se ha apuntado a ficcionar la realidad, si no, no se entiende que le sorprenda el hecho de que llevarse esos millones que se lleva al año no tenga un lado negativo. El capitalismo neoliberal que lo llaman. Y no me llamen comunista que les veo venir.

No obstante, y ya para finalizar, si no les gusta lo que les rodea, o no se gustan ustedes mismos, yo les ofrezco una solución todavía más barata que leer o ver una película. Cuando nadie les vea, vayan a la habitación de sus suegros. Rebusquen en los cajones hasta dar con los calzoncillos más caros que hayan visto jamás. Superen el miedo que les puede dar usar esa ropa interior y póngansela. Acto seguido salgan a la calle. Es posible que el problema que existía a su alrededor no se haya marchado, pero sin ningún lugar a dudas usted lo verá de manera diferente. Estoy plenamente convencido de que la ropa interior tiene un efecto mágico que da la personalidad de su dueño a quien los use. Tras decir esto quizás alguno esté pensando en usar la faja de su suegra, no lo sé. Y perdonen, hoy he confundido la realidad con la ficción. Acabaré el artículo cómo le gustaría a mi madre: No me hagan mucho caso.







1 comentario:

  1. Yo pediría que la gente que lea este artículo te hiciera, al menos, algo de caso.Evadirse de algo,en mi opinión, es como dices una forma de proteger tu salud.Hay muchas formas de evadirse, que a veces son nocivas. La que tú propones es muy saludable para uno mismo y para los que le rodean. Me refiero a los libros y el cine.Lo de la ropa interior de los suegros mejor lo dejamos para la ficción.
    Intentaré hacerte MUCHO caso.

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