Siempre me ha llamado la atención, desde mi
perspectiva actual, que de pequeño me gustara una película española llamada El
milagro de P.Tinto. No la había vuelto a ver desde entonces, pero sí tenía
clara una cosa: no era una película para niños. Y añado ahora: ni para muchos
adultos. En su día, cuando en mi fervor por la peli la recomendé a algunos
familiares, llegaron a recriminármelo en un tono cariñoso. Ni les gustó, ni la
entendieron.
No voy a dármelas de niño super inteligente. La
realidad es que yo no debía entender nada, porque no es que sea para adultos,
es que está en el género del surrealismo. Aunque sí me gustaría destacar algo
que escuché hace poco a Iker Jiménez, en el programa La Rosa de los Vientos de
Onda Cero. Venía a decir que había encontrado en su hija pequeña todo un mundo
por descubrir, una mirada distinta: la mirada de la infancia y la inocencia.
El periodista criticó que a menudo coartamos a los
niños, diciéndoles que aquello que creen ver no es cierto. Cualquiera, si hace
memoria, recordará que de pequeños las fantasías, los juegos, las pesadillas o
los sueños son mucho más vívidos. Hablamos en alto mientras jugamos con
nuestros muñecos y las pesadillas nos atormentan más que nunca, imaginando
seres que realmente no están ahí. Yo no sé si los niños ven cosas que tenemos
delante de nuestras narices y no sabemos apreciar, pero sí me atrevo a asegurar
que tienen una mirada distinta. Y merece la pena que la sepamos cuidar.
El milagro de P. Tinto es una película de Javier y
Guillermo Fesser que cuenta la historia de un matrimonio que basa su existencia
en la necesidad de tener hijos. La lástima es que, de pequeños, en una España
rural, analfabeta y llena de eufemismos, escuchan a dos fanfarrones decir que
para tener hijos: “tralarí, tralará”, entre risas y estirando los tirantes que
llevan puestos. Estos pobres señores se pasan la vida moviendo los tirantes, y
claro, no da resultado.
Aquí tenemos uno de los temas principales de la
película: la literalidad. Es un concepto que el gran cineasta José Luis Cuerda
explica siempre cuando le preguntan por sus películas surrealistas: “El surrealismo requiere una respuesta mecánica y una
película exige planificación. Más bien me gusta usar la palabra literalmente,
porque engañando con el sentido de las palabras nos la meten doblada.” Que
el matrimonio use lo de los tirantes es literalidad pura, y es un ejercicio
fascinante en el cine, ya que aporta humor y crítica social, al mismo tiempo.
Es un ejemplo de los muchos que hay en la película,
como cuando aparece un grandullón con una bombona de butano y le identifica
como su hijo, porque su padre, previamente, le había dicho que los P.Tinto
llevaban su propia energía. De hecho, este personaje que huye de su propia
historia es tomado como hijo, junto con dos marcianos que ya aterrizaron en la
casa años antes. Sí, tiene un toque fantástico que en mi opinión le va como
anillo al dedo a la película.
En cuanto al humor del film, no voy a sentar cátedra.
Cada uno se ríe con lo que puede, o quiere. A mí este tipo de comedia tan
absurda me hacía gracia de pequeño y me hace gracia hoy. Es reconfortante reírse
con lo mismo con lo que uno se río hace casi 20 años. Es una manera de guardar
ciertas cosas dentro de uno mismo, en un mundo tan cambiante. He de reconocer
que los dos marcianos, que realmente son dos fantástico actores enanos llamados
Javier Aller y Emilio Gavira, me vuelven loco.
Por último, quiero mencionar la crítica como elemento
clave en este proyecto de cine. Sin duda, los personajes están marcado por la
incultura, por la superstición, por los abusos de las religiones y por la falta
de conocimiento. Como es una película surrealista, esto está llevado al extremo
–o a la literalidad- pero consigue el objetivo de toda película que se precie:
hacer preguntas al espectador, hacerle reflexionar y que tenga una visión
distinta de su entorno del que había tenido antes.
Mejor no se puede explicar. En 1998 realmente eras muy pequeño, pero ya se te intuía una especial sensibilidad. Este artículo me ha hecho reflexionar, y creo que remontándonos casi 20 años atrás, este tipo de cine refleja la libertad que teníamos. Ahora sería impensable un tipo de película así. Hay que ser muy valiente para hacer cine d este género (absurdo) pero para eso hay que ser genial y los hermanos Fesser lo son.
ResponderEliminarMe encantó la película y me ha encantado tu artículo.
Yo no soy d esa parte de la familia a la que no le gustó.