sábado, 31 de diciembre de 2016

Nuestro pasillo de la muerte

La Milla Verde puede que hable de la injusticia pero, ante todo, explica que a veces la tragedia va de la mano de la virtud. La historia de John Coffey se puede ver como la de un gran error, pero va mucho más allá. Es la paradoja del héroe, del Dios, del que está tocado con una varita, y que a pesar de su enorme don, es eliminado.

Sí, es eliminado y como siempre aviso de que para explicar el libro tengo que contar detalles importantes. John Coffey llega al pasillo de la muerte tras ser acusado de la violación y asesinato de dos niñas. Fue encontrado con ellas en los brazos, mientras este negro de dos metros lloraba desconsoladamente y aseguraba: “No pude evitarlo”.

Así arranca la La Milla Verde, que es como llaman al pasillo de la muerte. La historia está situada en Estados Unidos, en el año 1932. Aunque, realmente, la narración es un flashback contado por el que creo que es el verdadero protagonista a pesar de John Coffey: Paul Edgecombe, el jefe del bloque E, pasa sus últimos días en una residencia de ancianos y se decide a contar su vivencia con Coffey.

Creo que Paul es el verdadero protagonista, no solo porque en él caiga la narración y el punto de vista de los hechos, sino porque es sobre el que cae el peso de la historia. No sé si hay un héroe, un villano, o tan solo una persona corriente en este hombre, pero desde luego, hay una buena persona.

Las grandes decisiones de la historia caen en él. Los grandes descubrimientos, son suyos. El que queda más marcado el resto de sus días, es él. La Milla Verde, a través de Paul Edgecombe, nos da una lección de vida. Nos muestra a las claras lo jodido que es tomar decisiones difíciles, nos enseña la cara más amarga de las pérdidas, nos habla de que los seres queridos se van. Sin más, se van, le pongamos la trascendencia que le queramos poner. Nos recuerda que somos finitos y que un día nos iremos.


Uno lee el libro y siente que este Paul es un buenazo, como decía. Esta novela también habla de malos y buenos. A diferencia de otros relatos en los que se opta por complicarnos la visión entre el mal y el bien y presentarnos un escenario de grises, en este caso los personajes están muy polarizados. Estén detrás o delante de las rejas. Gracias al mensaje que Stephen King imprime sabemos qué papel va a jugar cada uno en la historia.

Por supuesto, con John Coffey nos pasa esto. Una persona que ha leído el libro recientemente me dijo que es Jesucristo. Más allá de creencias religiosas, la similitud radica en la capacidad milagrosa de ambos y en el cruel final que comparten. La humanidad no está preparada para estas presencias, no sabemos si por maldad o por incompetencia.

Es difícil precisar si es una historia que hable de la vida o de la muerte. Al fin y al cabo, son dos caras de una misma moneda. Es curioso como unos hechos que suceden en el absurdo y terrible pasillo de la muerte pueden decirnos tanto sobre la vida. A veces, es más oscuro el mundo que hay fuera de ese lugar que las propias tinieblas que llevan a la silla eléctrica.


Los seres humanos tenemos un don y una condena: conocemos la muerte. Otros animales, no la perciben hasta que se producen. Por tanto, no la temen. Por el contrario, no pueden luchar por evitarla, como hacemos nosotros. El pasillo de la muerte es una metáfora de nuestra vida y ahí, cada uno decide cómo lo quiere recorrer

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