miércoles, 15 de mayo de 2013

El Tren

El Tren. No el tren. Una mayúscula puede cambiar mucho en una palabra. Desde el significado que esta tenga, hasta algo todavía más determinante: la importancia que uno le dé. Yo he decidido poner un título sencillo a esta entrada. Es sencillo, pero curioso a la vez, ya que no he dudado ni un solo instante en que debía colocar esa "T", cuando ortográficamente no tenía por qué. Si lo hago es porque le doy un valor especial a lo que voy a contar. No pretendo con esta entrada crear opinión, no quiero convencer a nadie de ninguna idea por una vez. Quiero liberar pensamientos, compartirlos, compararlos con otros. Lo que quiero en definitiva es liberarme, y contar algo que quizá merezca la pena.


Me gusta el tren. Me gusta montar en tren. Es mi transporte favorito. "Pues que lo disfrutes" pensarán algunos. Creánme si les digo que esto va mucho más allá de simplezas o superficialidades. Voy a hablar de sentimientos, de símbolos. Hay ciertos elementos que solo por ser antiguos o haber caído en deshuso adquieren una atracción incomparable. Tenemos muchos casos. Encontramos gente que le sucede esto con las maquinas de escribir, a otros les ocurre con las radios antiguas y algunos apuestan por los vinilos. Supongo que es la moda "retro" que la llaman. A mí me pasa con los trenes, con los ferrocarriles. Veo la imagen que he colocado arriba de este párrafo, y he de decir que me conquista por completo. Lo entiendo como mucho más que un antiguo ferrocarril de mercancías o de pasajeros. Esconde algo más, un secreto oculto del que me vi enamorado por completo hace tiempo.

Si nos agarramos un poco a la historia, podemos observar la importancia que tuvo en nosotros. El tren fue un elemento clave a la hora de acercar personas, de acercar historias, de crear historias. Rompió fronteras, permitió avances inigualables hasta el momento, ayudó en todos los sectores laborales: en la minería, en el transporte de mercancías o en medicinas, incluso. Pero como ya he dicho, yo iré mucho más lejos. O al menos hasta donde yo soy capaz de llegar. Cuando para mí el tren comienza a adquirir algo de romanticismo es en el lejano oeste. De esto podrían hablarnos mejor nuestros abuelos y padres, que tantas películas de vaqueros habrán visto. Mi admiración es algo puramente estético. Muy visual, muy palpable. Esa tierra levantada, ese polvo que de estar allí se nos metería en el ojo de forma irremediable, miles de motas y de granos de arena, un sol infernal que preside la escena, golpeando fuertemente nuestas cabezas, que afortunadamente estarán protegidas por un sombrero, ese sudor que comienza a caer en alguna parte de nuestro cuerpo, cada cuál conoce la suya, esas botas que convierten el pie en una estufa y lo llenan de callos y heridas, esas corredoras del desierto que atraviesan las vías del tren sin mirar, sin temer al ferrocarril negro que avanza hacia la estación soltando un humo proveniente del inframundo, y esa bocina que anuncia su llegada.



Creo firmemente que lo que ha hecho grande a este "medio de transporte" es el entorno o contexto que le ha rodeado. Si en lugar de describir un tren llegando a una estación del oeste americano, lo hubiera hecho en medio del polo norte, las sensaciones no serían las mismas. Si tantos escritores no lo hubieran utilizado de la forma que lo hicieron, sería otra cosa. Si tantos directores de cine no lo hubieran utilizado como elemento clave en sus filmes, sería otra cosa. Si, en definitiva, los encargados de crear belleza a través del arte, no lo hubieran adorado, sería otra cosa. En mi opinión, el tren es la forma de viajar de los soñadores. Los soñadores. Todos los "creadores" citados anteriormente lo fueron. Y que a nadie le queda ninguna duda, que para que ellos decidieran usarlo como metáfora en sus creaciones, explotarlo hasta la saciedad, primero de todo, fue importante en sus vidas. Les marcó, allí conocieron a su amor, o simplemente vivieron momentos que quedarán grabados en su retina para siempre. Sí, el tren es algo muy parecido a la vida misma.

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