miércoles, 1 de mayo de 2013

Hasta aquí podíamos llegar

Es por todos bien sabido que la distancia es uno de los factores más clave y que delimitan con más fuerza y precisión nuestras vidas. Estamos cansados de ver, oír, leer, a lo largo de nuestra propia historia, multitud de otras muchas en las que se alude a ella como un problema. Como una barrera. Amores que se truncan por la distancia de los enamorados. Familias que se ven obligadas a separarse, y la distancia les hace sufrir. Ya lo decía Marco: "No te vayas Mamá, no te alejes de mi ; adiós Mamá , pensaré mucho en ti". Nos cuesta asociarla como algo positivo. Esto se debe principalmente a que nunca la asociamos con nuestro enemigo, ni siquiera nos lo planteamos. Solo echamos de menos a quien queremos. ¿Qué incidencia tiene esta separación en el periodismo? De lo que aquí reflexionaré no es de distancia física, si no mental. Les explico ahora.



Siempre ha sido un tema candente, de eterno debate, de dilatada opinión, la separación que debe tener el periodista con el tema que trata o con la persona a la que se acerca. Como digo, multitud de ensayos, escritos por expertos en la materia - en el periodismo quiero decir- han tratado de aclarar y precisar la cuestión. ¿Es bueno para un periodista ser amigo de un político? Y cuando hablamos de un político, simplemente queremos decir una fuente de información, esta vez elevada al máximo exponente de importancia. ¿Es buena esa costumbre de irse a tomar un café con tu confidente? En mi opinión es aquí donde se ve al informador de verdad. Ese que no tiene reparos para decir que "No". Bien es cierto que la cercanía con el entorno debe ser un objetivo claro para el profesional, pero no a cualquier precio. Se ven enfrentadas dos posturas. ¿Es preferible ser buen periodista o buen amigo? En la moral de cada uno está la respuesta de lo que se debe hacer. Si no te gusta el café te ahorrarás muchos problemas.

No quiero incidir solo en la distancia con el personaje. Me parece muy interesante la relación de alguien con lo que cuenta. Y aquí además de al periodista, incluyo al escritor. Si partimos de la base de la honradez, considero que aquí la distancia -poca- simplemente puede ser algo positivo. Sentirse identificado con un tema ayuda a comprender, a valorar, a razonar, a contar las cosas en su justa medida. Ponerse en el lugar del otro facilita contar los hechos de la forma más real posible. Si el asunto te emociona, te toca la fibra, serás el mejor capacitado para construir una historia preciosa. Aquí entra el juego el trabajo del escritor. Creo firmemente en que ninguna historia, por muy inventada que sea, por mucho que se ponga a un extraterrestre como protagonista - quiero poner como ejemplo lo menos real posible - estará exenta de una parte, quizá muy íntima, de su creador. Lo que mi corta experiencia me afirma totalmente es que la escritura libera como lo hacen pocas cosas en la vida, que para iniciarse en este campo no hay mejor forma que vaciar tu ser por completo en forma de palabras ordenadas, una detrás de otra. La distancia entre el escritor y el escrito es fundamental, y cuando digo que es fundamental, no quiero decir que tenga que ser mucha, si no que uno debe ser consciente de si es mucha, poco, o si existe realmente. Uno debe calcularla y adaptarla... ¿Hasta aquí podíamos llegar? Eso solo lo sabe uno mismo.

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