domingo, 22 de octubre de 2017

"En ETA se comía de puta madre": El crimen y la comida



En ETA se comía de puta madre. Es una frase que aparece en la película Fe de etarras, que se ha estrenado recientemente en Netflix. Esta es una historia que cuenta la decadencia del terrorismo etarra. Sin más. Les pone frente a un espejo y aparecen todas las deformidades. Por supuesto, se cuenta a través de la risa y la broma. Pero, sobre todo, se cuenta mediante la metáfora. No es intrascendente que el personaje principal, Martín, que interpreta Javier Cámara, diga que antes en ETA se comía de la hostia.

El contraste es obvio y la película lo quiere reflejar. En la primera escena los terroristas son profesionales, viven en un piso franco en condiciones y sí, comen de puta madre. En el siguiente acto vemos a terroristas que son caricaturas, viven en un piso que parece de una señora mayor que ha alquilado su casa a unos estudiantes y, sí, comen de puta pena. De hecho, se comen las croquetas de una española. Ahí podría terminar la película en lo que a mensaje se refiere.

Hay argumentos para aplaudir optar por la comida para crear metáforas.  El primero tiene que ver con la propia historia de ETA. La banda terrorista tenía falso atractivo para jóvenes que veían una salida a un mundo que no les gustaba. El atractivo de la vida del criminal: esconderse, la retaguardia, los pisos francos. Para muchos un estilo de vida que no merece la pena. Para otros, el único estilo de vida que aceptan.

No estoy diciendo que nadie se metiera a ETA porque se comiera bien, pero además de falso es una estupidez. De hecho, muchos puede que las pasaran putas en este estilo de vida que tanto querían. Pero sí tiene mucha fuerza como parodia: convertir una realidad en una exageración para ayudar a comprender. En la película, este estilo de vida se ve reflejado en los etarras que comen un pescado y beben vino. Los que se comen las sobras, están en las últimas horas de la vida de la organización.



La comida y el crimen no es algo que se invente ETA o Borja Cobeaga, guionista de la película. Pongo el ejemplo más claro: El Padrino. Hay quien dice que, cuando en esta película aparece la comida, es que alguien va a morir. Es un poco exagerado, ya que si se fijan aparece comida continuamente.

Cuando reciben un pescado podrido, eso significa que Luca Brasi está durmiendo con los peces. Don Corleone es acribillado comprando fruta, y muere en el huerto de su casa. Michael mata por primera vez en una cena. Johny Ola va siempre con una naranja. Más allá de los mensajes sicilianos, la comida ayuda a normalizar y acercar el crimen. Así de crudo.

Ningún personaje es concebido por sus creadores como un malo que sean tan horrible como para que el espectador no pueda entenderle. Eso haría imposible ver más de una película, como, por ejemplo, El Padrino. Ver a Michael y a Clemenza preparar albóndigas te ayuda a humanizarles, y es algo casi necesario, ya que en la escena posterior les vas a ver matando a sangre fría.



El objetivo es que todos estos criminales te recuerden a ti, a tu familia o a tus amigos. Romper barreras con el crimen, dar a entender que cualquiera puede ser un asesino. Esto asusta, pero en la ficción es un arma bestial para generar obras potentes. Precisamente, esto está muy de moda, principalmente en las series: Breaking Bad, House of Cards, Los Soprano o True Detective. No todos son mafiosos, pero sí todos son ambiguos. Son criminales y, en otras ocasiones, seres normales.



Otro gran ejemplo es el de Pulp Fiction. En este caso, Tarantino está más cerca de Fe de Etarras que El Padrino. Otra vez, la comida tiene un significado: la parodia. Los asesinos comen hamburguesas, igual que tu vecino. De nuevo, esa humanización. Los asesinos quedan para cenar, igual que tu mejor amigo. Cada vez, más cerca de tu realidad.




Lo que menos me interesa de Fe de etarras son los chistes, aunque no son malos y consiguen que me ría en muchos momentos. Además de las metáforas, me gusta que es una comedia que está a mitad de camino hacia el drama. Suele cumplirse que la risa aparece más en los grises que en los negros y los blancos. La sutileza puede ser muy graciosa. A mí, de Cobeaga, lo que más me interesa es Negociador. Después vendría esta película y, en último lugar, Ocho apellidos vascos. Con Fe de Etarras me encuentro algo divertido pero, sobre todo, inteligente. 

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