viernes, 5 de enero de 2018

Wonder Wheel: el fuego y la redención de Woody Allen


Lo bueno de Woody Allen es que nos quita mucha presión de encima. Esa pelota de tenis que no sobrepasa la red. El anillo que no cae al agua. Que algo suceda depende de un gesto mal avenido, de un paso mal dado, de un descuido fortuito. El escepticismo y saber que no hay nadie que maneje los hilos es el drama. La casualidad. Wonder Wheel es la noria que simboliza nuestra vida: a veces estamos arriba y otras abajo pero esto no depende de nosotros. Si la noria se queda parada arriba del todo nos va a tocar esperar. La impotencia, el agua que resbala entre los dedos. Colgar el teléfono.

Y pese a que lo alleniano tiene mucho que ver con aquello que no controlamos esta es una película que habla de lo que hacemos mal y ya no tiene solución. Explica que los errores se pagan y que la vida no perdona. El mordisco de la existencia es inevitable y si la cagamos el dolor va a ser todavía mayor. Wonder Wheel es una película que habla de la redención. Nos cuenta que no suele haber piedad con aquellos que buscan comenzar de cero y que pocas veces hay segundas oportunidades.

Woody Allen consigue ser más cabrón todavía. De lo que habla de verdad esta historia es que si eres mayor estás condenado. La llama de tu volcán interior la van a apagar. Tanto el personaje de Kate Winslet como el de Juno Temple buscan otra vida. Ambas tienen pasiones, ilusiones, ganas, talento y cariño a raudales. Sin embargo, lo que la película cuenta, es que la que tiene 20 años menos es la que tiene alguna posibilidad de salvarse de una vida plana, sucia y triste. La que tiene más de 40 está atada a una existencia que no desea llevar pero de la que no se puede desprender. Kate Winslet desprende verdad en cada escena y es, de lejos, lo mejor de la última película de Woody Allen.




La fotografía es espléndida y no es gratuita. Hay personajes, como el de Jim Belushi, que nunca reciben esos rayos de sol anaranjados. Las mujeres sí. Están a otra cosa. Tienen arte, brillan. De alguna manera, representan la fantasía y eso hace de esta película una especie de cuento. Esas dos mujeres salen de la luz y del cuento cuando el padre o marido entra en escena. Todo se apaga. Vuelve el mundo gris.

Se nota que Woody Allen ha reflexionado sobre la vejez y sobre lo que ha sido su vida. No es casual que el personaje de JustinTimberlake escriba obras de teatro ni que el de Kate Winslet sea actriz. De alguna manera son seres condicionados por ser creadores. En cambio, el de Juno Temple está muy lejos de la cultura y muy cerca de la acción. Con menos de 30 años ha vivido cosas que no se suelen vivir jamás. Al final de su vida el director de cine reflexiona sobre lo intenso de su existencia. ¿Ha perdido mucho tiempo en algo que no existe, en la ficción? Quizás esta película sea una forma de contestar o de plantear, de forma más compleja, la cuestión. La clave está en la escena final: la protagonista, actriz en el pasado, se viste de actriz. Y sobreactúa. No sale de su vida. Pero cae en la ficción. Woody Allen nos dice que todos estamos siempre actuando.


Kate Winslet tiene un hijo pelirrojo que recuerda mucho al Woody Allen de Días de Radio. Es un niño que solo desea ir al cine y quemar cosas. De nuevo, la ficción. La ficción como vía de escape, la ficción como la forma de adentrarse en un mundo mejor del que tienes en casa. Pero, ¿qué significa el fuego? La película acaba con este niño, de nuevo, quemando cosas. Los niños son siempre los más frágiles. Ellos pagan las consecuencias de los errores sin vuelta atrás de los adultos. Los reproducen cuando son mayores. También, en sus relaciones amorosas. El fuego es el trauma de todos. Es la liada que todos vamos a cometer en cuanto seamos adultos y conozcamos la noria que es la vida y el amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario