martes, 8 de enero de 2013

No hay más ciego que el que no quiere ver

Hoy no me apetece ver. O igual es que he visto demasido por hoy. El caso es que voy a hacer un ejercicio de total irresponsabilidad y me voy a saltar cualquier pensamiento malintencionado que me venga a la cabeza, y se lo voy a ahorrar a ustedes. Hoy me apetece ponerme en el lugar del despreocuado, del pasota, del que nada le atañe ni le importa demasiado -en efecto, queda gente así, aunque no se lo crean-. He estado a punto de escribir ahora algo en contra de esa gente, pero hoy no veo, casi meto la mata. Dicen que la gente que llevamos gafas tenemos la capacidad de desconectar en cuanto nos las quitamos. Eso he hecho yo, escribo esto sin ningún intermediario que se lleve comisión entre mis ojos y la pantalla -quedaría bonito decir papel eh- por la información que estoy intentando plasmar. Me acuerdo de la anécdota de Juan José Millás en la que de pequeño creía, pobre iluso, que si él cerraba los ojos durante un período de tiempo, un niño ciego de su calle, recuperaría la vista. Bueno, quizá ahora mismo yo, acuérdense, un ciego voluntario de la realidad, esté pasando a otro mis habituales comeduras de cabeza sobre todo lo que nos rodea a él y a mí. Pido perdón a ese expasota ahora medio loco, será solo un ratito.


Como buen despreocupado no tengo ni idea de lo que está pasando con la sanidad española. Un día me pareció escuchar en un telediario que fuimos un ejemplo en ese aspecto. Pero yo no me lo trago, veo complicado que seamos ejemplo de nada en algo que no sea fútbol. No me negarán que en eso somos la leche. Y me cansa que usted me tenga que decir que yo no tengo derecho a disfrutar de ese aspecto tan bueno de nuestra colectividad. Usted me dice que tengo que salir a la calle a protestar ¡Cómo si con cuatro gritos fuésemos a conseguir algo! En fin. Que parece que hay movida en los hospitales. Parece que la gente está mosqueada de verdad, en especial los médicos, médicas, enfermeros, enfermeras y claro, los pacientes. ¿Pero yo qué puedo hacer? De todas formas, mi familia de momento está sana, no hay nada de qué preocuparse. En toda mi vida habré ido al hospital cuatro o cinco veces, y muchas para visitar pacientes. No es para tanto.


Algunos amigos míos dicen que debería interesarme por la política. Pero no quiero saber nada de ese tema. Yo soy apolítico, que es el futuro. Las ideologías solo han traído peleas, enfrentamientos entre amigos y entre hermanos. En las últimas elecciones puse en la papeleta un claro: "IROS TODOS A TOMAR POR CULO, LADRONES". Total, ni idea de qué hará el PSOE o el PP. Bueno sí, lo mismo, son lo mismo. Y a los demás partidos nos les vota nadie, no merece la pena tirar el voto. Mucho mejor mi conciso mensaje. Así que ni idea de eso que está pasando en China, que dicen que allí hay comunismo, y que además hay censura a la prensa. La prensa, esa que no para de inventarse noticias, en especial contra mi Madrid y contra Mou. Ni idea de si el comunismo ese será de derechas o de izquierdas, pero si amordazan a los periolistos por mí genial. 

Y así podría seguir por los restos. Afortunadamente -o no- ya me he puesto las gaffas. Y ya recupero mi visión normal. Igual a alguien le parece que he exagerado durante mi proceso de cegación, pero me he limitado a dejarme llevar por el instinto más básico. ¿No creen que lo hace mucha gente? Y ya no solo con temas "trascendatales" si no con casi cualquier aspecto de su o nuestra vida. Que al menos esto sirva de ejercicio para ver como todo puede tener perspectivas, que nadie ve lo mismo, porque el que está arriba tiene una visión muy distinta que del que está abajo. El que está arriba verá algo si le da por asomarse, y si se asoma igual escupe en la calva del de abajo. El pobre de abajo si quiere algo tendrá que alzar la cabeza y cegarse por la luz cegadora que le impide avanzar con la facilidad que él desearía -además, imaginénse la cara que pone cuando nota el escupitajo-. "Todo depende del cristal con el que se mira" sería el dicho que mejor sinterizaría todo este texto. Yo hoy ni siquiera he tenido cristal. No podía ver. No hay más ciego que el que no quiere ver, pero siempre tocará ponerse las gafas al final. Y con mi cristal ya lo veo todo como siempre. En mis gafas pone " I love you". Esa es mi perspectiva.

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