miércoles, 3 de octubre de 2012

OTRA GENTE



El cantautor Santiago Auserón –Juan Perro- y el poeta contemporáneo Juan Carlos Mestre se dieron cita en San Vicente en un encuentro imprescindible para los amantes de la cultura de hoy y de siempre. En un auditorio pequeño, coqueto, iba a tener lugar un acontecimiento que su valía sí era grande, y lo hizo ante unas 350 personas (desde jóvenes estudiantes, pasando por distintas autoridades y llegando hasta público de una edad más avanzada) que llenaron el lugar en espera de ver algo diferente a lo que se nos tiene acostumbrados hoy en día. 


Con algo de retraso respecto a la hora fijada previamente, nuestros protagonistas saltaron a escena en medio de los aplausos de un público al cuál se le veía con ganas. Fue el excantante del mítico grupo de la década de los 80, Radio Futura, el que tomó primero la palabra. En sus palabras se pudo ver rápidamente la admiración que sentía hacia su colega. Puede que a muchos les sorprendiera de primeras ver en ese papel de filósofo a Juan Perro. Pero desde luego el cantante tenía mucho que decir. Casi tanto como el poeta que tenía a su derecha, que maravilló desde su primera intervención. Y así se inició una charla, un coloquio o diálogo entre estas dos personalidades. Se trataron temas muy profundos, no obstante, muy importantes en nuestro tiempo. Entre otras cosas, se habló del fenómeno de masas. Una sociedad, en la que unos pocos deciden que personalidades son las adecuadas para todos. Las sociedades disciplinarias tuvieron su lugar en la velada. Se precisó la diferencia y la distancia que existe entre la música y la poesía hoy en día, dándose la curiosidad de que la música que sobresale ya no quiere ser poesía y la poesía sigue siendo música. Y se habló del amor a lo invisible, a lo que no podemos explicar, pero que nos fascina, nos cautiva, y eso es mucho más difícil que amar lo que tiene una explicación lógica.


 En definitiva, se pudo ver el compromiso que esta gente tiene con su gente, con su tiempo. Sobre todo, ese compromiso social con los vencidos, con los que merecen justicia poética. Sus intervenciones fueron magistrales, tremendamente aplaudidas y sentidas. El momento álgido de la noche llego con Cavalo Morto, poema inconfundible de Mestre. Fue tal el clamor del público, que los artistas ofrecieron un poema y una canción más respectivamente. Esa noche se pudo ver otra gente, otra gente muy impotante.



 

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