El cantautor Santiago
Auserón –Juan Perro- y el poeta contemporáneo Juan Carlos Mestre se dieron cita
en San Vicente en un encuentro imprescindible para los amantes de la cultura de
hoy y de siempre. En un auditorio pequeño, coqueto, iba a tener lugar un
acontecimiento que su valía sí era grande, y lo hizo ante unas 350 personas
(desde jóvenes estudiantes, pasando por distintas autoridades y llegando hasta
público de una edad más avanzada) que llenaron el lugar en espera de ver algo
diferente a lo que se nos tiene acostumbrados hoy en día.
Con algo de retraso
respecto a la hora fijada previamente, nuestros protagonistas saltaron a escena
en medio de los aplausos de un público al cuál se le veía con ganas. Fue el excantante
del mítico grupo de la década de los 80, Radio Futura, el que tomó primero la
palabra. En sus palabras se pudo ver rápidamente la admiración que sentía hacia
su colega. Puede que a muchos les sorprendiera de primeras ver en ese papel de
filósofo a Juan Perro. Pero desde luego el cantante tenía mucho que decir. Casi
tanto como el poeta que tenía a su derecha, que maravilló desde su primera
intervención. Y así se inició una charla, un coloquio o diálogo entre estas dos
personalidades. Se trataron temas muy profundos, no obstante, muy importantes
en nuestro tiempo. Entre otras cosas, se habló del fenómeno de masas. Una
sociedad, en la que unos pocos deciden que personalidades son las adecuadas
para todos. Las sociedades disciplinarias tuvieron su lugar en la velada. Se precisó la diferencia
y la distancia que existe entre la música y la poesía hoy en día, dándose la
curiosidad de que la música que sobresale ya no quiere ser poesía y la poesía
sigue siendo música. Y se habló del amor a lo invisible, a lo que no podemos
explicar, pero que nos fascina, nos cautiva, y eso es mucho más difícil que
amar lo que tiene una explicación lógica.
En
definitiva, se pudo ver el compromiso que esta gente tiene con su gente, con su
tiempo. Sobre todo, ese compromiso social con los vencidos, con los que merecen
justicia poética. Sus intervenciones fueron magistrales, tremendamente
aplaudidas y sentidas. El momento álgido de la noche llego con Cavalo Morto, poema inconfundible de
Mestre. Fue tal el clamor del público, que los artistas ofrecieron un poema y
una canción más respectivamente. Esa noche se pudo ver otra gente, otra gente
muy impotante.
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