martes, 4 de junio de 2013

Sí, lo seguiremos intentando

A nadie le gusta estudiar. O, al menos, existe una inmensa mayoría para la que estudiar no es precisamente lo más agradable que hacer con su tiempo. Es necesario partir de esta premisa, aunque lo realmente importante serán los matices que le pongamos. Podemos encontrar muchas formas de presentar unos estudios a alguien. Mejor dicho, de transmitir unos conocimientos a alguien. Nunca lloverá a gusto de todos, siempre habrá alguien que encuentre una asignatura mejor, un profesor mejor, es segura la presencia de críticas hacia ciertas asignaturas, hacia ciertos puntos del aprendizaje que de poder saltárnoslos, todos lo haríamos. Serán comunes y constantes las preguntas de por qué estudio esto y no lo otro, de qué hago yo aquí, qué se me ha perdido a mí precisamente en esta clase. Las dudas corren por las mentes de los estudiantes, las inseguridades crecen, los miedos corrompen. Es desgarradora la forma en la que el panorama exterior invita a cualquier cosa menos a dar la cara y perseguir algo. Cualquier estudiante que ponga las noticias se verá tan deprimido que solo querrá salir de la cama.

"El destino está reservado para aquellos que creen en la belleza de sus sueños" ¿Tienen ustedes sueños? ¿Creen, en caso de tenerlos, que son sueños importantes? ¿De verdad creen en su destino? Saber agarrarse a lo que hay más escondido dentro de uno mismo, es simplemente lo que marca la diferencia entre el que fracasa y el que no. Salvando las distancias que caracterizan la realidad de un individuo y otro, para todos la carta de presentación es la misma. Y excepto que uno tenga una fuerza de voluntad sin límites y haya aceptado a lo largo de su existencia ser una máquina fría y robotizada destinada a llevar a cabo la tarea asignada, lo que salva, son los sueños. Cuando uno se levanta por la mañana, y tiene un largo día por delante, con trabajo, con exámenes, con sueño, con frío en las entrañas y en el alma, lo que le anima a salir de casa y ponerse a luchar, es amar y creer en lo que hace. Dificilmente me imagino mi vida sin ese hallazgo. Hace tiempo que hubiese claudicado. No me vería capaz de afrontar ciertas cosas sin la creencia ciega en que al final del camino hay algo.

Quizá esto sea algo que suena a dogma, o religión. Puede que la base sea la misma, aguantar todo lo que se venga, ya que tras ese sufrimiento, estará la preciada recompensa. Salvando las distancias, esa es la idea. Me atrevería a afirmar que esa pasión por lo que uno hace es casi más importante que las facultades previas, que la presunta inteligencia. Estoy plenamente convencido que tiene más posibilidades de triunfo aquel que tenga la mente centrada y concienciada, que el que la tenga dispersa, por muy inteligente que sea. 


¿Saben? Incluso los más fuertes de espíritu tienen caídas. Momentos en los que dejarían todo a un lado y dirían aquello de: "Que se pare el mundo que yo me bajo". Siempre existe y existirá ese momento en clase en el que todo se te cae encima, en el que cualquier conversación filosófica con el de al lado es más importante, ese instante en el que te dejas llevar, la dificultad te vence. Háganme caso, no hay nada imposible ni mal que cien años dure. Todos estamos capacitados para cosas mucho más grandes que esa. Siempre podremos refugiarnos en lo que nos llene de verdad, buscar huecos en nuestro tiempo para que un soplo de aire fresco nos recorra el cuerpo y nos diga que sí, que aunque suframos, lo estamos haciendo bien. Hay momentos que compensan absolutamente todo lo demás. Crean en lo que hacen. Crean en sus sueños. Y nunca dejen de intentarlo. Sí, seguiremos intentándolo.

"El 80% de lo que conseguimos en esta vida consiste solo en insistir" Woody Allen

1 comentario:

  1. Como bien dices siempre hay que intentarlo, de hecho, es la única forma de conseguirlo. Pero no hay que olvidar las formas y los caminos que uno escoge.
    Pienso que uno tiene que ser fiel a uno mismo, a sus raíces y entonces el resultado sabe mejor.

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